La ciudad y los días

carlos / colón

Tradiciones despreciables

EL pasado enero se aprobó el Protocolo Común de Actuación Sanitaria frente a la Mutilación Genital Femenina, desarrollado por el Ministerio de Sanidad. Ayer, con motivo de la jornada internacional contra la mutilación genital femenina, se insistía en un dato tan estremecedor como no apto para quienes prefieren pagar con dolor ajeno su buena conciencia multicultural: en España hay unas 17.000 niñas en riesgo de sufrir la mutilación genital femenina. No sólo en los 29 países de África, Asia y América Latina, donde se practica tradicionalmente arrojando la escalofriante cifra de 125 millones de niñas y mujeres mutiladas, sino aquí, entre nosotros, en España, 17.000 niñas corren este peligro atroz. Porque las comunidades emigrantes han importado esta salvajada a Europa Occidental, Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.

Hay que saber que en su versión más brutalmente agresiva, a la que han sido sometidas unos 26 millones de mujeres, la mutilación consiste en la extirpación total del clítoris y los labios menores, cosiéndose posteriormente las dos partes de la vulva con hilo o elementos vegetales dejando un pequeño orificio, que se mantiene abierto con una caña, para que evacue la orina y la menstruación. Tras ello se amarran las piernas desde las rodillas durante varias semanas para facilitar la cicatrización. Si cuando son obligadas a casarse el pequeño orificio impide la penetración, lo que constituye un orgullo para la familia de la chica, se procede a dar unos cortes. Las versiones más suaves contemplan la extirpación del clítoris y los labios menores o sólo la del clítoris.

Presos aún de la estupidez de que todas las culturas y prácticas son igualmente dignas de respeto -y que lo contrario sería incurrir en el etnocentrismo colonial- que difundió la antropología infectada de mala conciencia poscolonial, y acomplejados aún por las gilipolleces que afirmaban que "salvaje es quien llama al otro salvaje", o que "el bárbaro es sobre todo el hombre que cree en la barbarie y en hacer legítimamente violencia al prójimo basándose en sus propias creencias" (perlas de Lévi-Strauss), hemos respondido tarde y mal a estas bestialidades perpetradas en nombre de tradiciones despreciables. Pues miren ustedes, señores del relativismo cultural, urge hacer legítima violencia al mutilador basándonos en nuestros propios valores que, evidentemente, son superiores a los suyos.

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