La historia muchas veces se convierte en una reflexión sobre nuestro presente. Eso, entre otras muchas cosas, es lo que me sugiere el magnífico libro Transición, del profesor Santos Juliá. El propio título es toda una proclamación de intenciones, ya que bajo ese epígrafe se trata de recoger una densa etapa política que se inicia nada menos que en 1937 y que termina en nuestros días. La Transición así se convierte no solo en un determinado periodo histórico, sino que se transforma en toda una filosofía de comportamiento político. No había finalizado la Guerra Civil y ya algunos políticos de la España derrotada empezaron a admitir que sólo el entendimiento, el acuerdo y el pacto eran los mecanismos para rehacer la maltrecha política española. Indalecio Prieto y Manuel Azaña fueron unos claros defensores del entendimiento como único mecanismo político de pacificación. Desde aquellas fechas, la oposición al franquismo en un continuo tejer y destejer esperanzas y desilusiones comenzaron un complejo y enrevesado mecanismo de relaciones entre republicanos y monárquicos, nacionalistas y centralistas, comunistas y socialistas, que fue construyendo una red de complicidades en la creencia de que solo la reconciliación sería el camino para construir un régimen democrático.

En definitiva, la Transición, que tan magistralmente narra el profesor Santos Juliá, no es otra cosa que el abandono de la unilateralidad y la aceptación del consenso como sistema político permanente. Las complicidades que se tejieron a partir de la muerte de Franco no fueron una fórmula improvisada de comportamiento ni una táctica coyuntural sino que fue la culminación de una actitud que arrastraba varios decenios de actividad política en el exilio y la clandestinidad.

Por eso, cuando ahora se plantea ante la cuestión catalana el unilateralismo como la forma de resolución del problema, se está retrocediendo a los peores momentos políticos de nuestra historia, tratando de olvidar el complejo mecanismo de acuerdos, pactos, renuncias y tolerancia que se han ido construyendo en la política española desde hace más de 80 años. La Transición es la expresión política de la transacción y sin una y sin otra los caminos políticos en España siempre nos llevarán a un callejón sin salida. Este es el gran riesgo de la situación política actual; que pensemos que el pacto dejó de tener vigencia, que la Transición es una época pasada y que la transacción es solo un ejercicio de los débiles. Cuando la realidad es todo lo contrario.

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