Luces y sombras

Antonio Méndez

Tranvías

A Málaga no llega el río Guadiana, pero los tranvías pueden servir de placebos suyos para apariciones inesperadas y desapariciones calculadas en la actualidad malagueña. El único real de estos transportes habitó en el Morlaco, un recuerdo de viajes pretéritos, estigmatizado por ataques de vándalos como oscuro fetiche de sus deseos. Ahora le buscan nuevo emplazamiento para cuando acaben de restaurarlo. Se intenta protegerlo, también, de la humedad marina tan dañina para su carrocería como la malasombra humana.

Los otros, los ficticios abundan. Rafael Fernández Barrera, ex gerente de la EMT dejó como herencia a finales de la década de los 80 cinco proyectos de metro ligero. Nunca cristalizaron aunque sirvieron de guía para las modernas comunicaciones de la Barcelona de 1992. Tranvías a El Palo y Ciudad Jardín, las dos opciones en superficie que ahora rescata el concejal de Movilidad, Juan Ramón Casero, como alternativa a las líneas 3 y 4 del Metro. Nunca antes de 2020 o 2030. Queda trecho de discusión.

La propuesta sobrevivirá hasta que alguno de los ingenieros asesores del alcalde la envíe de nuevo al limbo de los eternos debates inacabados para que no sirvan de afrenta a las tuneladoras. En ese espacio del imaginario malagueño, que cobra vida cuando se acercan los procesos electorales, moran el funicular a Gibralfaro, versión posterior al teleférico a la Coracha. Por allí transita sin encontrar la luz el túnel desde General Torrijos a la Ronda Este para evacuar los coches del centro. O el soterramiento de Cánovas del Castillo para liberar de tráfico la Malagueta y el Paseo Marítimo Ciudad de Melilla. O el intercambiador de la Plaza de la Marina, la gran conexión del transporte público intermodal en el corazón de la ciudad. Así que mejor que resolvemos dónde colocamos el tranvía del Morlaco.

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