EN 1965 dejé mi casa para conocer Europa, su arte, su cultura, sus gentes. Fue un viaje muy aclaratorio e instructivo. A los que somos de provincia, nos es indispensable un temprano garbeo para enterarnos de qué tipo de habas se cuecen en otros pagos y si quieres ser pintor la asignatura de los museos -todos- es indispensable. Después de Colonia, Amsterdam y Bruselas, me dispuse a cruzar el canal para ir a a Londres. Tuve que pasar dos días en Ostende, ya que por el estado de la mar su travesía estaba cerrada. Después de la espera y con el billete más barato (una hamaca en cubierta), zarpamos. El día era gris, lluvioso y melancólico... Pero cuál fue mi sorpresa al constatar que conmigo en cubierta viajaban también una gran serie de grupos polifónicos y corales que iban a concursar en Londres en la final europea de su género. Estos grupos tenían repartido el tiempo del viaje para celebrar sus ensayos. Figúrense a este joven pintor sumergido en piezas corales impecablemente interpretadas en medio de un mar borrascoso, amenazador y oscuro. ¡Qué preciosidad!