letra pequeña

Javier Navas

Troya, segundo tiempo

HASTA la guerra de Troya tiene final, para contento de todos: de los imputados, convencidos de que el embrollo saldrá bien; de la administración de Justicia, a quien se le amontonan en las salas casos de pintorescos nombres; y de la igualmente respetable audiencia, asistentes sonrojados al espectáculo de funcionarios y representantes públicos puestos en entredicho. Esperemos que al final en entredicho no acabe la administración, que puede ser.

Recordemos un poco de qué va el caso Troya: empresarios de la construcción planteaban plantar ladrillos en Alhaurín el Grande, como en cualquier palmo de suelo de la provincia. Se acusa de cohecho al concejal de Urbanismo, quien al parecer tenía mando para incrementar por encima de lo legal los metros edificables y la cantidad de viviendas: propinilla mediante. Con el concejal van también imputados el alcalde, un asesor jurídico del Ayuntamiento, funcionarios municipales y algunos constructores presuntamente dadivosos. A partir del 22 de septiembre empezarán las sesiones del juicio en la Audiencia Provincial de Málaga. Aquello va camino de convertirse en un simposio sobre instituciones públicas: de Minutas a Malaya y de Ballena Blanca a Troya, ¿cuántas listas electorales pueden pergeñarse con el personal que pase por esas salas?

Los acusados suspiran sonoramente de alivio al saber la fecha. Será convicción o pose, pero en nota de prensa municipal se alegran de que por fin podrán explicarse "ante un tribunal más profesional y más garantista que el juzgado de instrucción de Coín". Rematan: "Hemos sido víctimas de una instrucción que ha parecido estar dirigida por la Udyco y la Fiscalía de Málaga, ambas en este caso al servicio del Gobierno socialista". Su argumentación sigue siendo la misma que al principio: el PSOE ("el partido de la corrupción", dicen) usa el caso para tapar sus "vergüenzas". Con lo difícil que es encontrar una pizca en estos procesos.

Más allá del uso que pueda hacer luego de las sentencias un partido o el otro, el fiasco de Ballena Blanca ha servido como inspiración para los imputados en casos de corrupción institucional. Con la Ballena, gente a quien todos veían ya jugando al futbito en un patio de muros altos ni siquiera calentarán banquillo, al menos no más tiempo del que calentaron el del tribunal. Una instrucción mal llevada deja en la calle -o peor, en el ayuntamiento- a gente que merece castigo y al final se van con una colleja cariñosa. Por no hablar de las "sentencias ejemplares", que se ensañan con un chorizo venial para sentar que el sistema funciona. Hacer justicia tiene que ser complicadísimo: sólo hay una manera de acertar y son innumerables las de cometer injusticias.

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