LA conversación, la fluidez en la expresión hablada, necesita a veces de pausas, de pequeños tiempos de pensamiento, que regularmente solucionamos con palabras, adverbios, conjunciones, que entrometidas en la frase nos dan tiempo a enderezar conceptos, o la mayoría de las veces dejarlos intuir. Recordemos el "¿no?" como pregunta o acuerdo entre varios; o "pues" o "como digo", o "básicamente" como empiece cursi de alguna respuesta. Hoy estamos invadidos por el vocablo "vale". Pretende saber si el interlocutor valora lo dicho, si lo expuesto sirve, va tenido en cuenta o simplemente una muletilla nerviosa ante la duda si somos completamente comprendidos. El "vale", es como el "ok" americano, es como una pregunta reiterada: "¿está bien?". Claro, que su excesivo uso nos sitúa en indecisos, inseguros, o vacilantes, aspecto poco fiable en las relaciones humanas. Lo que es precioso por su inesperada ubicación, es que Don Miguel de Cervantes da por terminado su Quijote con este vocablo: "vale". Como, "hasta aquí hemos llegado".

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