EL presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha sido derrotado por primera vez en las urnas desde que llegase al poder en 1998. Lo que no han logrado las presiones de Estados Unidos, una intentona subversiva y las sucesivas batallas políticas de una oposición fragmentada y desprestigiada ha sido, al final, conseguido por una población cansada de las arbitrariedades de un presidente populista con ínfulas de caudillo latinoamericano. Su reforma de la Constitución de 1999 ha fracasado porque concitó la abstención de casi la mitad del cuerpo electoral y, entre los que sí votaron, una mayoría, aunque escasa, optó por el rechazo a sus pretensiones. Es de destacar que, junto a algunas medidas de corte social que pueden ponerse en práctica a través de los cauces políticos ordinarios, la reforma constitucional perseguía dotar a Chávez de poderes casi ilimitados, ajenos en cierta medida al régimen parlamentario, como el control del banco central, la facultad de expropiar propiedades y la censura a los medios de comunicación adversos, y que ya han sido en la práctica utilizados por el líder bolivariano. Esta panoplia de poder, susceptible de una gran arbitrariedad, más la ampliación a siete años del mandato presidencial y la posibilidad de reelecciones ilimitadas, dibujaban un panorama ciertamente peligroso para el mantenimiento del sistema democrático en Venezuela. Por estas razones el triunfo del no en el referéndum del domingo abre cierta vía a la esperanza de que la democracia se consolide en este país hermano. Aunque no es de esperar que Hugo Chávez se arrepienta de la noche a la mañana de sus designios presidencialistas y su enorme capacidad de histrionismo, no cabe duda de que el panorama político ha experimentado un cambio sustancial, cuya virtualidad dependerá también de la capacidad de la oposición democrática para organizarse y apostar por la presencia activa en las instituciones bajo un liderazgo renovado. También la insólita política internacional puesta en marcha por Chávez deberá experimentar una moderación en línea con las expectativas de la comunidad internacional, incluyendo el interés de España en este ámbito.

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