El espontáneo

Juan Cachón

Ver para creer

AQUELLOS veranos recuerdo que a papá no le gustaba el cine y tenía un cabreo de padre y muy señor mío, no como el cabreo metafísico que le atormentó toda su vida a Miguel de Unamuno y Jugo, mamá le disculpaba, decía que todo se debía a que había perdido la Guerra Civil y que gracias a la Virgen de los Remedios había ingresado en el cuerpo de aduanas, pues siempre se le dio bien la geografía y la caligrafía, por este motivo sacó el número uno y le destinaron a Ajofrín, un pueblo de la provincia de Toledo, que casualidad el celebre maestro Guerrero era de este pueblo, y por dichas circunstancias todos los domingos íbamos a ver El entierro del Conde de Orgaz de ese pintor de origen griego que dibujaba las caras alargadas y lo entonaba todo en tonos verdosos y grises. Al cabo de los años cuando empecé el instituto a papá lo destinaron a Madrid y nos fuimos sin titubear a la capital del reino. Lo que más me agradaba de aquella época de penuria y hambre era montar en el Metro y tomar el tranvía. Sobre todo, cuando el conductor que se llamaba Serafín y era cuñado del portero de casa y que cuando sacaba buenas notas en matemáticas me dejaba cambiar el trole. Para hacer aquella maniobra Serafín me solía decir: mucho más vale maña que fuerza, y de esta forma yo presumía en el instituto y era la envidia de todos los de la clase y recuerdo que enseñando los trucos del trole, conseguí unos pingües beneficios, que me permitieron el lujo de completar la colección de cromos del hombre lobo.

Mientras las horas y los días pasaban de plano y papá se aficionó a jugar al mus, tenía una tertulia que se componía de republicanos y maquis en un bar del barrio de la Prosperidad, uno de los barrios más castizos del Madrid de la posguerra. Creo recordar que de aquel barrio o del de Ventas salió un boxeador excepcional que se llamó Folledo (suena a palabrota). Me imagino que papá le tomó tirria al cine desde que se enteró de que Franco escribió el guión de la película Raza que dirigió José Luis Sáenz de Heredia, que era primo del fundador de Falange José Antonio Primo de Rivera. Los domingos eran domingos de bote y merienda, como decían los horteras castizos, mientras que los pijos de Serrano iban a los cines de estreno de Gran Vía y lanzaban huevos a los carteles de la película Gilda y censuraban el filme Arroz amargo que se consideraba que era pecado mortal de los gordos, sólo se veían los degenerados y gente de mal vivir. A los chicos de las farmacias se les denominaban mancebos, nunca entendí por qué, y luego estaban los que vivían amancebados, como doña Rita con el notario del piso principal, que siempre iban los domingos a misa de 12 en los Jerónimos, muy cerca de donde con el transcurso del tiempo se ha ubicado el cubo de Moneo.

Dona Rita tenía su corazoncito y el sesudo notario con el mantenía relaciones carnales la conquistó recitándole la siguiente copla de Jorge Manrique: allá está mi libertad, allá toda mi cordura, tiénelas en cargo bondad cautivólas hermosura; la portera es honestad, por lo cual nunca podrás hablar con quien tú querrás, si no buscas a piedad.

Ver para creer.

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