Vieja teoría del regalo

En épocas pasadas, no era socialmente más admirado el que más tenía, sino el que más regalaba

En estas fechas, se impone la "práctica social" del regalo, costumbre asumida como una obligación y a la que, dada su omnipresencia, cuesta resistirse. Por fortuna, su campo de acción se concentra en pocos días y el resto del año ya no suele importunar como rito ineludible. Sin embargo, pocos saben que estas manifestaciones son restos, reliquias simbólicas, de antiguas culturas, en las que desempeñaban formas de convivencia totalmente olvidadas. Desde nuestra perspectiva, incluso resulta difícil creer en la posibilidad de su pasada existencia. Pero existió, y hasta hace un par de siglos, en numerosos pueblos -de esos que los etnólogos llamaban "arcaicos"- repartidos por muy dispares geografías, prevalecía un tipo de relación, entre sus habitantes, basada en el regalo, o más bien en lo que los especialistas conocen como el don. Después de tantos siglos, determinados por una visión basada en la riqueza individual y excluyente, cuesta imaginar que hubo pueblos y culturas en que el recurso continuo al regalo, o donación, era forma habitual de relacionarse y, sobre todo, de establecer prestigios y jerarquías. El don fue la clave que dio sentido y fluidez a su economía.

Es decir, no era socialmente más admirado el que más tenía, sino el que más regalaba. El criterio circulante no consistía en atesorar para sí mismo, sino en desprenderse de lo propio, incluido lo más apreciado, para donárselo a otro. ¿Les parece creíble que haya podido darse, en el pasado una encarnación real de tal utopía? En momentos como los que vivimos, ni siquiera imaginarlo parece factible. Pero un sabio antropólogo francés, Marcel Mauss, fundador universitario de su disciplina, fue atando indicios de costumbres, por entonces todavía existentes, en pueblos y tribus de tierras bien lejanas, y publicó en 1923, uno de los más célebres libros de etnología, Ensayo sobre el don. Este revulsivo título ha provocado debates y polémicas, sin por ello ponerse en duda el acierto de sus investigaciones. Mantiene su desafiante vigencia aunque reducida al campo de los especialistas. Quizás nuestra civilización, la de ahora, no quiere recordar épocas ni pueblos que convirtieron la donación y el regalo en su hábito social más significativo. Si, en estos días, ustedes caen en la fácil tentación del regalo, piensen que recuperan así el don, una costumbre que es difícil saber si hizo más felices a nuestros antepasados, pero, por descontado, que facilitaba una economía más distributiva y una convivencia más solidaria.

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