Antonio Méndez

Villalobos a tiro de De la Torre

La sombra de la ex alcaldesa puede desaparecer si su sucesor iguala sus resultados

SI se cumplen los pronósticos de la empresa Commentia, Francisco de la Torre podría presumir de igualar los mejores resultados obtenidos por el PP en las elecciones municipales en Málaga, de la mano de Celia Villalobos. En el ya lejano año de 1999, la primera alcaldesa democrática de esta ciudad lograba 19 concejales y su primera mayoría absoluta. Los mismos representantes que ahora le atribuyen al PP en los comicios del 22 de mayo, aunque con un porcentaje de votos ligeramente inferior. Entonces llegó al 55,7%, nueve décimas menos que el resultado de esta encuesta.

Un año después de aquel hito, De la Torre gobernaba el Ayuntamiento. Sustituyó a Villalobos tras su nombramiento como ministra de Sanidad. Durante aquellos primeros meses de gestión, el nuevo alcalde escuchó un sistemático goteo en forma de crítica comparativa que no le auguraba un porvenir halagüeño: carecía del carisma de su predecesora. Aquel desafío le ha marcado durante su trayectoria municipal. Con una agenda infernal autoimpuesta, que le obliga a una omnipresencia en los actos de la ciudad y que ha provocado un sinfín de chascarrillos sobre su capacidad global para asistir a distintos almuerzos en un mismo día y con la que ha ganado merecida fama de impuntual, que se le ha disculpado. Porque De la Torre ha descubierto la idiosincrasia del malagueño y ese deseo de disfrutar del alcalde hasta en las letras de su sopa. Aquel pronóstico del año 2000 ha saltado hecho añicos.

Porque De la Torre en estos 11 años de gobierno y sobre todo al comienzo de su andadura, dejó claro que su único enemigo era combatir la sombra de Celia Villalobos. Pocos gobernantes locales pueden recordar haberse enfrentado a una oposición tan plácida como la de los distintos grupos socialistas, en continuo vaivén de portavoces y concejales, achicharrados por las continuas derrotas.

Es curioso pero el alcalde puede alcanzar la cima de su poder municipal en el peor mandato que se recuerda al PP desde 1995, según la coincidencia extendida entre los principales opinadores de la ciudad. La ecuación no cuadra para explicar ese gap entre el balance entre la opinión publicada y la que puede pronunciar en las urnas la ciudadanía, si se cumplen estos pronósticos.

Tras el análisis del trabajo demoscópico, es difícil encontrarle un solo pero a la labor del regidor. Su puntuación como político es altísima, casi similar a la nota que obtiene como gestor. Los malagueños están encantados de vivir en una ciudad que consideran que ha experimentado una evolución positiva en estos cuatro años. El paro es la gran lacra y no se puede atribuir al Ayuntamiento. La inseguridad y la falta limpieza son pecados veniales que no alteran el producto final. Las polémicas o incluso algunos escándalos que han rodeado este último periodo circulan a beneficio de inventario y no le causan ni el más mínimo arañazo político.

Las quejas por los errores, la falta de ideas, la parálisis que se observa en la ciudad quedan circunscritas a una parte de la prensa pero la sensación aún no cala en los votantes. El alcalde se halla a un mes de las elecciones en su mejor momento. Bien es cierto que su principal partido contrincante se encuentra en las antípodas. La candidata del PSOE, María Gámez, tampoco ha logrado movilizar a un electorado alicaído. Todos los condimentos para un paseo triunfal en las urnas.

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