El resultado de las elecciones catalanas ha sido un desastre con paliativos, ha ganado Inés Arrimadas. Habrá un presidente independentista, pero la legislatura es larga. Mejor que antes, pero más cansino. La jerezana de estirpe salmantina con cara de haber dejado un cuadro de Murillo, y con suegra en Gerona, le ha dado un buen vapuleo a las Martas. Jerez es tan plural como Barcelona, entre flamencos y gachós, anarquistas y terratenientes, librecambistas bodegueros y agricultores arancelistas, Jerez es un mar de tópicos. Tiene una posible líder de la Generalitat y hasta un ex alcalde preso al que también castigan, no por hablar por RAC1, sino con Dios y con los revolucionarios soviéticos mientras reposa su renombrada cabeza sobre dos almohadas. Se están pasando con Pacheco, don Zoido, que a Oriol le han abierto un expediente y a Pedro lo pasaron en horas del módulo de los educados al de los malos. Hay un lema que es España, Jerez, una metonimia que reclaman los jerezanos. Sí, el 21-D es un desastre con paliativos, pronóstico reservado; pero no es verdad que la victoria naranja sea un chiste porque, supuestamente, Inés sólo ha barrido de los otros partidos. De ellos, y de quienes se quedaban en sus casas. Un millón y cien mil votos los gana cualquiera, usted abre un puesto en las Ramblas y se los regalan.

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