HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Los aliados terribles

Los zerolos de España y las ménades universales se han hecho cómplices, con su silencio, de la dictadura iraní y de cualesquiera otras que se declaren progresistas, según la idea alimentada por los mentecatos de que el progreso es siempre bueno y lo mismo. Estarán seguramente celebrando simposios y sacando conclusiones, con generoso aporte de la fantasmagórica Alianza de Civilizaciones, causa de risa en todo el mundo y asombro del orbe: ¿son los homosexuales y las adúlteras en las naciones revolucionarias sólo eso, o son contrarrevolucionarios y agentes de la rediviva Hidra de la Reacción?; ¿es progresista, si van contra la revolución, apoyar a las adúlteras lapidadas o en trance de serlo?; ¿es la homosexualidad en Irán reaccionaria?; ¿qué mandan, qué dicen a todo esto las multinacionales de la pornografía? Mientras los zerolos de España y las ménades de todas partes no diluciden este asunto moral y de alta política, no pueden decir nada. Los ayatolás les están agradecidos en sus almas inmortales.

Creíamos que las revoluciones servían para mejorar las libertades posibles, dentro de los límites de la condición humana, y hemos concluido que únicamente podremos obtener alguna mejora en el cristianismo, y no en todas sus ramas, que nos recomienda hacer el bien y ayudar a los más pobres y a los perseguidos por causa de la justicia sin obligarnos; a defender los derechos divinos del hombre sin convertirlos en leyes civiles, ni hacer huelgas y manifestaciones, ni delatar a quienes no los respeten o no crean en ellos. Podemos elegir la pobreza, el aislamiento y la virtud como formas de vida cristiana, pero no obligar a nadie a hacer lo mismo. La simpatía del socialismo europeo por el integrismo islámico se explica porque, de momento, son sus aliados contra la libertad de la civilización cristiana europea. La libertad pone muy nerviosos a los distintos socialismos, causa de sus trastornos de la conducta.

Porque no otra cosa, sino trastornos de la conducta, es la compulsión del socialismo europeo y, Dios mediante, del español, que se lleva la palma de los despropósitos. La razón totalitaria busca explicaciones implicadas cuando se tropieza con una verdad que le molesta. Hitler aceptó un concordato con la Santa Sede, pero él quería una nación épica, de la raza pura de los héroes, protegida por los dioses sangrientos de los mitos germánicos. La Iglesia Católica era la libertad en aquella Alemania y había que destruirla. Se buscaron abusos sexuales en los colegios católicos y se encontraron, fueran verdaderos o falsos, no importaba. Ahora estamos en una situación parecida: el nazismo ha cambiado de nombre y se llama islamismo. El socialismo se siente más cerca de la libertad a la fuerza, por la que abogan zerolos y ménades con su silencio cómplice y culpable, que de las libertades del alma para elegir el propio destino.

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