Por lo general no hay semana, incluso a veces días, en que no aparezca alguna información de interés que podríamos llamar cósmica, cosmológica o planetaria, algo referido a descubrimientos que se van haciendo en el cosmos y a leyes y modos de comportamiento del Universo en que estamos. Ayer, antes de ayer, la última quincena… todos esos momentos están llenos, a nivel periodístico, es decir, de divulgación, de datos que los astrónomos y astrofísicos, por citar algunas especialidades, tratan de colocar en lugar preferente en el dietario del mundo. Lo último aparecido, cuenta Javier Sampedro, son los trabajos que sobre la mecánica cuántica están haciendo los chinos, de manera que "en cinco o diez años esperan estar listos para iniciar una red global de comunicación cuántica. Van en serio, y lo están haciendo genial" y, aunque a cualquiera de nosotros, no experto en la alta física, todos estos conceptos nos suenen a chino (nunca mejor dicho) son avances científicos de muy alto nivel para el mejor conocimiento de nuestra realidad y la del universo que, a fin de cuentas, es lo que importa.

Hace casi un siglo un filósofo alemán, hoy más bien olvidado, Max Scheler, lanzaba una interpelación decisiva sobre lo que nosotros, los humanos, representamos en el universo (El puesto del hombre en el cosmos, se titula el trabajo) y, aunque su respuesta no tiene al día de hoy demasiada actualidad, la pregunta sigue vigente, entre otros motivos porque ni se ha encontrado la respuesta y casi no hay ni pistas sobre cómo aclarar el asunto. Cuando en cualquier manual específico leemos que en nuestro Universo (sin contar con los poliuniversos) hay un sinnúmero de galaxias, la cuestión de qué representamos nosotros queda como ridícula y nimia. Dentro de lo real, ¿qué significa la especie humana? En una imagen plástica alguien ha dicho que por qué no puede nuestro universo ser una célula pequeñísima del estómago de algún ser de tamañas proporciones. ¿Cómo saber sin más de nosotros mismos? ¿Diría alguien que la profesión de futuro será entonces la de astrónomo, según vaya abriéndose paso hacia el Universo la ciencia, en definitiva, los humanos, los de Cromañón, aquellos que salimos de África hace unos 100.000 años? Pues, si las cosas van a ir por ese camino, ya deberíamos estar cada uno de nosotros buscándonos nuestro astrónomo de cabecera. Y no hay nada de broma en esta reflexión.

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