Hasta la bandera

Los que atacaron de forma inmisericorde todo el proceso no pueden querer ahora evitar sus responsabilidades

Una nueva aventura, un nuevo proyecto y un nuevo fracaso pasan a formar parte de la compleja historia de la ciudad de Málaga. Al igual que en la mitología griega, donde la diosa Atenea atraía a todos por su belleza para posteriormente destruir sus sueños e ilusiones, la hermosa Málaga vuelve a triturar sin piedad una nueva oportunidad cultural nacida del empuje de uno de sus hijos con más trascendencia internacional. Y los que atacaron de forma inmisericorde todo el proceso no pueden querer ahora evitar sus responsabilidades y acusar al resto de lo ocurrido.

La reiterada técnica que se lleva usando en cada proyecto, por parte de los que nada quieren para Málaga, de insinuar que todo el mundo viene por interés económico, o con dinero de dudosa procedencia, o con empresarios sin escrúpulos, etcétera, empieza a oler a rancio. ¿Qué se pretende, qué todo se financie con fondos públicos en este país? Aun no se han dado cuenta que ese modelo tiene un horizonte muy limitado, y que las grandes ciudades deben contar con personas que arriesguen su prestigio y hacienda en pos de su desarrollo. Por ello es injusto que se esté usando con cualquier persona el término especulador, sin más justificación que los prejuicios personales contra aquellos que han logrado el éxito en su profesión. Porque, aunque la envidia es tan española, va siendo hora de evolucionar un poco.

Probablemente el proyecto de Antonio Banderas se convierta en una muesca más del arma destructora de sueños de algunos. Pero los que queremos reconocer la valía y el mérito de los que dedican su vida a recorrer el mundo, mostrando lo mejor de nuestra ciudad y de su arte, no nos resignamos a seguir perdiendo oportunidades. Si nos parece triste la historia de Picasso, al que por culpa de la política sólo supimos recordarle en su ciudad natal de forma póstuma, tenemos que dar oportunidades a los que han logrado su éxito y reconocimiento internacionales. Porque el esfuerzo realizado en Málaga como ciudad de los museos, logrando su lugar cultural en el mundo, no puede ralentizarse y debe ser dinámico y permanente. Y al igual que somos capaces de llenar estadios de fútbol, sin que haya la más mínima injerencia política, también necesitamos que esos teatros, galerías, exposiciones y museos se llenen hasta la bandera, complementando la realidad artística y cultural que hoy Málaga y los malagueños también precisan.

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