Un buen ejemplo

La Junta podría seguir el ejemplo de la Comisión Europea y recoger este reto: despertaría ilusión

En estos días de dificultades y desconciertos, la Comisión Europea ha tomado una iniciativa intelectualmente atrevida. Ha tratado de reflexionar sobre los elementos negativos acumulados, crisis tras crisis, en los últimos años. Todo ello aderezado con la necesaria autocrítica y una buena dosis de ideas y propuestas de rectificación. Pero lo significativo no está tanto en esta mirada censora, hacia atrás, ni en los propósitos de enmienda, sino en el medio utilizado: ha recuperado la antigua tradición del Libro Blanco (y abierto), en el que la Comisión ha recogido y expuesto, por escrito, los errores del pasado y medidas capaces de remediarlos. Redactar de propia mano (es decir, por una autorizada célula de reflexión) tales testimonios no es habitual en instituciones que tienden siempre a la complacencia consigo mismas. Quizás por ello, este simbólico gesto ha sido bien acogido, incluso por el Parlamento Europeo: como si la palabra escrita recobrase un nuevo valor de referencia y compromiso.

Buena medida, pues, que debería cundir e imitarse en otras instituciones. En Andalucía, sin ir más lejos, prestaría gran servicio a sus habitantes. Ahora que muchos funcionarios, asesores y consejeros están paralizados por las incertidumbres de los sucesos del PSOE, en Ferraz, podrían canalizar su esfuerzo hacia la redacción de un Libro Blanco sobre problemas y expectativas de Andalucía. Es comprensible que los políticos se resistan a exponer, por escrito, en páginas articuladas, tales cuestiones. Prefieren mantener su actividad cotidiana en una nebulosa, que facilita la improvisación oportunista y el parchear lo inmediato, sin atenerse a referencias globales y cohesionadas. Sin embargo, a los andaluces si se les quiere considerar ya como sujetos adultos, se les debe ofrecer algo más que unos circunstanciales programas políticos, en los que fluctúa el autoelogio y vagas consignas movilizadoras. Por otra parte, a un posible Libro Blanco, las autoridades no deberían tenerle miedo. No exige ningún compromiso a fecha fija, no es una firma a ciegas y en blanco, es meramente una recogida, bien coordinada de problemas, carencias, o desequilibrios, y posibles medios para subsanarlos de forma inmediata, a medio o a largo plazo. Es solo una reflexión, por escrito, de la voluntad política de tenerlos en cuenta. La Junta podría seguir el ejemplo de la Comisión europea y recoger este reto: despertaría ilusión. Lo cual, dada la atonía reinante, ya es mucho.

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