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Rafael Padilla

Se busca emperador

Amenos de un año de las elecciones presidenciales estadounidenses, la contienda se presenta más abierta que nunca. Tanto en el partido demócrata como en el republicano han manifestado su intención de concurrir verdaderos pesos pesados de la política, lo que augura unas primarias encarnizadas y, tras ellas, una confrontación final que puede convertirse en el gran acontecimiento político mundial del 2008. De entrada, uno no puede sino admirar la transparencia del sistema: a diferencia de lo que ocurre en la casi totalidad de las democracias, todos los aspirantes deben sufrir la criba de la voluntad mayoritaria de sus correligionarios. Pero es que, además, en esta ocasión confluyen circunstancias especiales: por primera vez desde 1952 no habrá presidente buscando reelección ni vicepresidente participando en la carrera, lo que todavía abre más, si cabe, el abanico de posibilidades.

En las filas demócratas, sin duda la favorita es Hillary Clinton. Su gran popularidad y una reconocida competencia son sus mejores avales; por el contrario, su moderado apoyo a la guerra de Iraq y el miedo a lo que ya se denomina el "síndrome del primer damo", esto es, las dudas sobre el peso real que tendría en su eventual mandato la figura de su marido, factores que jugarán en su contra. Junto a ella, Barack Obama (el primer afroamericano que opta a la presidencia y persona de brillantísima biografía), John Edwards (que ya fuera candidato a la vicepresidencia en las elecciones perdidas por Kerry en 2004 y que seguramente representa el ala más progresista del partido) y Bill Richardson (un candidato hispano) completan la oferta.

Entre los republicanos, en teoría el partido que lo tiene más difícil, Rudy Giuliani (alcalde de New York en el 11-S, experimentado, italo-americano y millonario), John McCain (prisionero y héroe de guerra en Vietnam, inconformista y malhumorado, probablemente demasiado demócrata para su partido), Mitt Romney (empresario de éxito, mormón y claro partidario de la actual política exterior norteamericana), Mike Huckabee (un conservador de pura cepa), Fred Thompson (abogado, actor e igualmente ortodoxo conservador) y Ron Paul (el candidato de internet, un libertario que dice encarnar el espíritu de los padres fundadores), aparecen colocados en la línea de salida.

Casi descartada la participación de Al Gore (todavía suplicada y que alteraría por completo el panorama), ésas son las cartas de la baraja. De entre ellas saldrá el nuevo emperador, cuyo nombre y cuyo futuro empezarán a dilucidarse en los caucus de Iowa del próximo 3 de enero. Un largo camino hacia el poder que, nos guste poco o mucho, desde luego nos concierne irremediablemente a todos.

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