EEl PP quiere cambiar como esas estrellas de Hollywood que cuando reaparecen, tras una discreta ausencia, están irreconocibles. Han sustituido a sus ceñudos portavoces por otros que se esfuerzan por parecer amables. Es sorprendente como devoran a sus voceros. Saben que su problema se llama Rajoy, pero no pueden hacer nada al respecto. Cambiar el logo o hacer un casting para dar protagonismo a los que más se parezcan a Albert Rivera, hacer una conferencia política para escenificar el nuevo PP tuneado, etc. Pero, pese a todo, cuando dicen que ellos son el cambio suena inevitablemente a chiste. Tras la debacle de las últimas elecciones, Rajoy prometió solemnemente ante los suyos dedicar más tiempo al partido. Dicho y hecho: cuando comparece ahora como presidente del gobierno sólo habla como presidente del PP. En lugar de dirigirse a todos los españoles, lo hace para sus electores. Han instalado el Estado en Génova y desde allí hacen de los presupuestos generales su programa electoral o decretan una precipitada bajada de impuestos que, por cierto, notarán sobre todo los cotizantes de mayor renta. No tienen arreglo.

Los problemas del PP son los problemas de España. Personificamos en el gobierno todo lo que va mal. Ese mismo pathos que jugó a su favor en la anterior legislatura, cuando Zapatero encarnaba todos los males, ahora se ha vuelto contra ellos. No acaban de entender que siendo el país desarrollado que más crecerá, según el FMI, los ciudadanos sólo vean lo mal que le van las cosas: unos por que han perdido toda esperanza de encontrar trabajo y otros por que sólo pueden aspirar a empleos que no merecen tal nombre. Se empeñan en ver el país en el que viven y no ese paisaje de sol naciente que dibujan los populares.

Tampoco hay operación de estética que elimine las arrugas de la corrupción instalada en un partido que, ellos sí, ha vivido durante décadas muy por encima de sus posibilidades legales. Es tan difícil entender que tanto Alaya como un juez del Supremo, afirmen que Chaves y Griñán no podían ignorar lo que sucedía con los Eres y que, sin embargo, Rajoy ni como Presidente del PP, ni como secretario general, tuviese conocimiento del mafioso sistema de financiación de su organización. Que desconociese de dónde salía tanto derroche electoral, tantos sobresueldo. Ni que siquiera se preguntase, como Pla ante el ascua de luz de los rascacielos neoyorquinos ¿pero todo esto quién lo paga?

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