CUANDO la campaña electoral entra en su recta final, hay dos realidades que han sobrevolado sobre todo su desarrollo y que son fácilmente constatables. La primera es que estamos asistiendo a una de las campañas más radicalizadas, personalistas y huérfanas de propuestas que se recuerda en muchos años. La segunda es que las elecciones andaluzas, sepultadas por la fuerte polarización entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, simplemente no han existido. Y no es que no hayan existido para el conjunto del país, a diferencia de lo que ocurre cuando las elecciones vascas, catalanas o gallegas polarizan la atención política nacional. Es que en la práctica tampoco han sido las protagonistas indiscutibles en nuestra comunidad, donde la atención ha estado mucho más centrada en las generales que en las autonómicas. El debate celebrado anoche en Canal Sur entre Manuel Chaves y Javier Arenas, que ha sido posible tras no pocas polémicas, va a servir para elevar el tono de la campaña en estas últimas jornadas. Pero será un ejercicio interesante comparar la audiencia del debate de anoche con la que registró en Andalucía el de hace una semana entre Rodríguez Zapatero y Rajoy y el que tendrá lugar hoy con los mismos contendientes. El hecho de que se haya ocultado el debate andaluz es una realidad que debería de ponerse de manifiesto en el Parlamento regional por parte de todos los partidos en la próxima legislatura y que tendría que plasmarse en la puesta en marcha de un acuerdo que impida que las elecciones andaluzas estén condenadas a celebrarse en coincidencia con las generales. Son muchas las razones que podrían esgrimirse para justificar esta coincidencia como algo negativo para la región, pero basta fijarse mínimamente en lo que ha ocurrido durante esta campaña para darse cuenta de que hemos perdido una oportunidad de oro para discutir en profundidad y escuchar propuestas efectivas sobre los problemas de nuestra tierra.

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