El desenfoque

raquel / Garrido

La otra cara de las catástrofes

CUANDO los medios de comunicación dejan de dedicar portadas y espacios en los telediarios para los titulares de una catástrofe humanitaria, no significa que el problema esté resuelto. Más bien, es en ese momento cuando comienza la verdadera tragedia para los que lo han perdido todo. Cuando veo desastres naturales, como el que hace tan sólo unas semanas arrasó casi por completo varias zonas de Filipinas, es inevitable que piense en qué ocurrirá con toda esa gente cuando las televisiones y los periódicos consideren que ya no es un tema de actualidad. Y lo pienso porque verdaderamente creo que el hecho de que un medio ponga su foco en una de estas catástrofes es una forma de evitar que caigan en el olvido y de que reciban la mayor ayuda posible. Pero tras unas inundaciones torrenciales, un devastador huracán o la destrucción provocada por un terremoto, hay mucho más que los titulares de los primeros días. Detrás del desastre que dejan a su paso, se esconden miles de historias de personas que pierden a sus familiares, a sus vecinos, a sus amigos y las pocas pertenencias que hayan conseguido atesorar a lo largo de toda una vida. Y eso no se puede olvidar, especialmente porque la mayoría de las veces estos desastres sacuden con más fuerza a los más débiles, a los que tienen poca o ninguna capacidad de reacción y dependen casi en exclusiva de lo que otros les quieran ayudar. Toda ayuda es poca en casos extremos en los que hay zonas que quedan por completo asoladas, sin agua potable, alimentos, medicamentos ni siquiera un techo bajo el que resguardar a miles de personas que no tienen a dónde ir. ¿Qué ocurriría si desastres como los de Filipinas se produjeran en un país occidental? ¿Se tardaría tanto tiempo en reaccionar? ¿Dejaría de ocupar portadas tan pronto en los medios de comunicación internacionales? Probablemente no, y eso a pesar de que cualquier país de los considerados ricos tendrían mucha más capacidad para hacer frente en un primer momento a las necesidades urgentes de la zona y población afectada. Por suerte para los más pobres, siempre quedarán aquellos que de forma solidaria y altruista están dispuestos a prestar su ayuda sin dudarlo ni un momento y contribuir a levantar a los afectados tras la devastación. De todos ellos admiro su capacidad de entrega y su capacidad de contribuir a que la peor de las catástrofes, tenga el lado más amable y humano.

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