Calle Larios

pablo Bujalance /

El caramelito

EN sus escasas declaraciones públicas sobre la franquicia malagueña, el presidente del Centro Pompidou de París, Alain Seban, ha insistido en que el proyecto de la sede del Cubo del Puerto es "provisional", y que, según lo previsto, y por más que el alcalde se ponga flamenco y venda lo contrario, pasados cinco años la troika del arte europeo embalará todo lo que haya ahí metido y se lo llevará a otra parte. Pero también ha dejado caer un argumento interesante, tal y como hizo el pasado miércoles en su última visita a las instalaciones: si Málaga quiere que el Pompidou se quede más de cinco años, vino a decir, dependerá de los malagueños. Tendrán que demostrarlo. Con hechos. Incluso habló de "argumentos sobre la mesa": visitas, divulgación y afectación de las exposiciones y actividades en el entorno. Semejante declaración no deja de destilar una arrogancia notoria: ¿Veis este caramelito? Pues si lo queréis más tiempo, tendréis que portaros bien. Y, claro, si el personal pasa por taquilla para demostrar lo mucho que está comprometido con el asunto, termina ganando quien gana siempre: la banca. Sí, todo eso está muy bien. Pero, por si acaso, parece que el mismo Francisco de la Torre no confía mucho en que sean los nativos los que tiren del carro: tal batalla sigue dada por perdida en el Museo Picasso y el Museo Carmen Thyssen, donde hay que pagar para entrar y donde, por cierto, al igual que en el CAC, los malagueños pagan aunque no entren. Así que todo lo que rodea a la iniciativa, desde su emplazamiento hasta su promoción, parece diseñado para destacar en los paquetes turísticos más diversos. Me temo, señor Seban, que, si de apoquinar se trata, serán sus mismos compatriotas, y más aún los ingleses e italianos, quienes obren el milagro.

Sucede, sin embargo, una circunstancia que entre tanto jaleo de sobrecostes, prisas y campañas electorales casi pasa desapercibida, y al final termina siendo de lo que menos se habla: la colección que traerá el Centro Pompidou a Málaga es extraordinaria. Cuando algunos nos temíamos una adenda del CAC a lo rive gauche, resulta que, gracias al trabajo de José María Luna y Brigitte Léal, Málaga custodiará obras de la plana mayor del siglo XX, de Francis Bacon a Frida Kahlo, de Miró a Magritte, de Chagall a Giacometti. Y sí, sí que estaría bien que Málaga se sintiera afectada por un legado de tal calibre. Hay precedentes: la ciudad salió a la calle a pedir su Museo de Bellas Artes, y Picasso dejó de parecer un comunista comeniños a sus paisanos. Pero hizo falta tiempo, y sospecho que cinco años no van a ser suficientes. Más aún, con un Ayuntamiento empeñado en dilapidarlo todo en el turismo.

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