Postales desde el filo

José Asenjo

Una casta inferior

LA firma por el PSOE del pacto contra el terrorismo yihadista ha sido recibida, más que con división, con multiplicación de opiniones. Coincidiremos sin embargo que acuerdos de esta naturaleza están dentro de la normalidad democrática en cualquier sociedad madura. En mi opinión, Pedro Sánchez ha hecho lo propio de quien actúa en representación de uno de los grandes partidos a los que, por experiencia de gobierno, el sentido de Estado se les supone. Mientras las urnas no demuestren lo contrario PP y PSOE son los partidos más representativos y que en mayor medida encarnan la soberanía nacional. La importancia del acuerdo, más que en el texto o el contenido, radica en la necesidad de transmitir una imagen de unidad nacional ante una de las mayores amenazas de nuestro tiempo.

Mientras que lo elogiaban los medios conservadores, o próximos al gobierno, entre los demás, unos criticaban con dureza a Pedro Sánchez mientras que otros lo denigraban: lo consideran un bobo al que comparar con el pequeño Nicolás. Es verdad que hay cierta incongruencia en firmar un pacto mientras se manifiesta su desacuerdo con la parte más polémica. Aunque me temo que de no haberlo firmado las críticas no habrían sido menores. Algo que, contra una opinión muy extendida, creo que hubiese sido más gravoso para él y para su partido. Resulta curioso que sean precisamente los mismos que en otros asuntos, como la independencia catalana (o la deuda Griega), defienden que hay que hacer política en lugar de atrincherarse en la legalidad, ahora se ajusten a ésta para negar el valor político del compromiso de unidad ante la amenaza yidahista. No dudo de la importancia de sus argumentos, pero será en la tramitación parlamentaria cuando éstos tendrán que ser sometidos al necesario debate.

Por ahora, lo que gobierno y oposición han hecho en nuestro país está en la línea de lo acordado con otros países europeos. A mí lo que me llama la atención no son las naturales y necesarias discrepancias, sino el tono que éstas están adquiriendo. Parte de la opinión publicada, encaramada a un plano de superioridad intelectual y moral, en lugar de molestarse en criticar la acción de los políticos han pasado directamente a despreciarlos. Con ese desprecio tan español que es una de nuestras seculares formas de ocultar la ignorancia. También consideran al establishment político como una casta, aunque en su caso lo traten como una casta inferior.

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