La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

La categoría de anormal

ADOLFO Suárez, que con las cámaras ya se sabe que vivía una especie de romance, dejó una gran frase en su primer discurso como presidente, pronunciado en julio del año 76, la cual ha pasado a la historia e incluso a la Wikipedia, lo que quizá sea más importante. "Vamos a elevar a la categoría política de normal lo que en la calle es normal", dijo de modo un tanto enigmático pero claro en referencia al proceso de cambio democrático que se preparaba para el país. Con eso lo que quería decir el presidente es que la convivencia ideológica que existía en las casas, en los bares o en los trabajos debía plasmarse en un Congreso donde, cuando él pronuncia la frase, dormitaban avejentados los diplodocus del franquismo, los vencedores de la Guerra. La frase de Suárez tiene enjundia, porque significa que la realidad de arriba, la del poder, refleje la realidad de abajo, la de la sociedad, cuando el poder, por su naturaleza, lo único que suele reflejar son sus equilibrios internos, el ultranarcisismo de quienes la protagonizan y una endogamia mortal. Suárez, desde luego, consiguió que parte de aquella teoría se convirtiese en praxis y al menos durante unos años el valor de la convivencia que existía en la calle quedó por encima de las diferencias ideológicas que por supuesto existían. Con el tiempo, sin embargo, la realidad política, dados los intereses electorales de unos y otros, volvió por la senda de la anormalidad, el narcisismo y los equilibrios, mientras que los de abajo, la calle, asistíamos pasmados a los rifirrafes. Al final también entró un nuevo invitado, Podemos, y a día de hoy, viendo lo que se dice sobre Grecia o sobre cualquier cuestión, lo que parece quedar claro es que la prioridad de la convivencia entre españoles es algo que a ninguno le importa. Y lo peor, como era previsible, es que la categoría anormal de nuestro debate político comienza a hacer anormal la realidad de nuestras calles, nuestros bares, nuestros centros de trabajo. En Cataluña, por ejemplo, son muchas las familias que han decidido alejar el debate político de la comida dominical para no acabar tirándose la escalivada a los morros . Por aquí también cunde el ejemplo y habrá que hacer algo para que el cuñado podemita y el cuñado rajoyano no se ahoguen uno al otro en la piscina. Fuera de bromas, lo que queda claro es que caminamos hacia atrás y que nadie parece preocuparse de que, con poco que la salud resista, nos quedan muchos años por delante para convivir. De algún modo habrá que volver a la normalidad. Quizá no quede otra que resucitar al pobre Suárez. Inolvidable.

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