Postales desde el filo

José Asenjo

Las causas del mal

PARECE que los sindicatos llegarán al día 29 más desgastados que el propio Gobierno. El Ejecutivo del país que según Eurostat lidera el paro en Europa tenía necesariamente que acometer una reforma laboral. Por cierto, sabemos por qué España multiplica por tres el paro de Alemania, Holanda o Suecia. Pero lo enigmático es que dupliquemos el número de parados de países con economías más débiles -y con peores cifras macroeconómicas- como Grecia, Portugal, Hungría o Irlanda. Sólo Estonia nos pisa los talones con un 18,6%. Incluso se produce la ironía estadística de que la infortunada Rumanía aparece con cifras de desempleo tan brillantes como Alemania o Dinamarca. Estas circunstancias no invalidan el valor del índice de paro de Eurostat, pero sí nos advierten de que se están comparando realidades que no sólo no son homogéneas sino que, en algunos casos, son radicalmente diferentes.

Volviendo al día 29, hay algo en esta huelga que la diferencia de las anteriores. La de mayor impacto, la de 1988, fue traumática para los socialistas: acabó con su histórica hermandad con la UGT y con la vieja alianza de Felipe y Nicolás Redondo, que había hecho posible la renovación del PSOE en la década anterior. Pero mientras que todo aquello tuvo la grandeza de un drama shakesperiano, la del 29 probablemente la recordemos sólo por los infames vídeos de Chikilicuatre. Está claro que son otros tiempos. Oí por la radio a un líder sindical decir que la huelga se había convocado contra un modelo económico viejo y obsoleto: a eso se le llama no ver la viga en el ojo propio. Nada más viejo y obsoleto que un modelo de concertación social que ha funcionado como un mesogobierno del que prácticamente sólo se han beneficiado sus componentes.

Nunca hemos querido profundizar en las verdaderas causas de nuestra alta tasa de paro. Una y otra vez hemos caído en el reducionismo de creer que el problema se limitaba a los errores del gobierno de turno: achacamos la crisis de los setenta sólo al desarrollismo franquista y sus posteriores consecuencias, ya en democracia, se las colgamos a la UCD; después fueron los socialistas los únicos responsables del paro y ahora lo son de nuevo con Zapatero. El azar quiso que la experiencia de gobierno del PP coincidiese con los años de vino y rosa. Pero en una reciente entrevista alguien tan poco sospechoso de filosocialismo como Santiago Niño (profeta neocom del pesimismo) recordaba que en 1996 (año triunfal de Aznar) el nivel de deuda privada en España era del 65% del PIB, en 2008 llegó al 220%. El crecimiento de la década prodigiosa se produjo a base de endeudamiento. Dicho de otra forma, la brillante gestión económica de los gobiernos populares consistió básicamente en inflar la temible burbuja. Aunque lo cierto es que la verdadera causa del mal, la extraordinaria expansión del crédito, se originó en Wall Street, muy lejos -como en los casos anteriores- de la limitada capacidad de decisión de nuestros gobiernos.

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