Postales desde el filo

José Asenjo

El centro

LOS retos más apasionantes que desde el punto de vista urbanístico tiene planteados la ciudad los podemos encontrar hoy más en la ciudad consolidada que en la planificación de su crecimiento futuro. En el centro histórico, Junta y Ayuntamiento parecen dispuestos a desbloquear el proyecto conocido como el hotel de Moneo. No cabe duda de que la propuesta que las administraciones pretenden sacar adelante es discutible, pero tal cosa no quiere decir que sea una mala solución. Unos la han criticado mientras que otros pensamos que es una respuesta adecuada al complicado problema que plantea la ordenación de ese espacio fronterizo del centro histórico. Pero desde luego lo que no se puede negar es la coherencia de la misma con el entorno urbanístico, a un lado y otro del río, que rodea a la parcela en cuestión. La bondad o maldad del proyecto dependerá de la calidad de su arquitectura más que de la aplicación de una u otra ordenanza. Y no cabe duda de que la presencia de Rafael Moneo es una garantía de primer orden.

Los Planes Especiales de Protección permitieron en su momento salvar los cascos históricos de la voracidad desarrollistas. Pero no es menos cierto que con los años el peso de la gestión burocrática de dichos planes ha acabado ahogando las posibilidades de revitalización de nuestro centro histórico. Basta pasear por sus calles para comprobar cómo, a pesar de las iniciativas puestas en marcha por privados y administración, la sensación de decadencia y ruina domina la mayor parte de este paisaje privilegiado. El polémico proyecto de Hoyo Espartero nos da la oportunidad de reflexionar sobre la necesidad de encontrar el equilibrio entre medidas de protección y políticas de gestión que permitan que los inversores vean el centro como una oportunidad de negocio y no como un maldito embrollo administrativo del que mejor huir. Si Málaga aspira a competir con otras ciudades españolas y europeas como un destino de primer orden de turismo urbano y cultural, la revitalización de su centro histórico tiene que ser uno de sus mayores retos urbanísticos.

En este sentido, el movimiento que ha surgido en la zona del centro bautizada con fortuna como el Soho -el viejo ensanche limitado por la Alameda y el Muelle de Heredia- merece toda nuestra atención. Una estupenda iniciativa vecinal nacida con la vocación de lanzar ideas y proyectos para su barrio, que además están sabiendo comunicar con inteligencia y acierto. Actúan más como agitadores culturales que como vecinos airados y buscan con sus propuestas revitalizar una zona de la ciudad que, a pesar de su centralidad y buen estado, parece que esté irremediablemente condenada a la decadencia. Lo más interesante de todo es un fenómeno tan infrecuente en nuestro país (especialmente en nuestra ciudad) como la presencia de una sociedad civil con capacidad de promover iniciativas que, por su ejemplaridad y madurez democrática, merecerían la colaboración y el respeto de las administraciones.

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