La ciudad seducida

Lo terrible hubiera sido que viniera una estrella rutilante a proponer un proyecto y nadie le objetara nada

Antonio Banderas era el parapeto del proyecto del Astoria, su gran reclamo. De eso no cabía ninguna duda, ni le podía caber al propio Banderas, que ya era su gran aval incluso desde antes de que pudiera serlo. En el proyecto que ganó el concurso de ideas, donde se debía garantizar el anonimato, su nombre era groseramente evidente y, desde el mismo momento en que se hizo público el fallo, Banderas asumió su liderazgo y todo el protagonismo, voluntariamente y sin escatimar una sola foto con el alcalde. De hecho, durante todo este tiempo ha sido el proyecto de "Banderas y Seguí" para el Astoria, sin que haya nada criticable en ello, todo lo contrario. El problema es que es un proyecto público, para la transformación de un espacio público de una enorme sensibilidad y relevancia para la ciudad, y, por tanto, sujeto al debate público y, mucho me temo, a las críticas.

Y ahí empieza el lío, parece que Banderas no ha encajado nada bien los golpes, a pesar de que su papel, plenamente aceptado por él, era el de gran referente y parapeto visible del proyecto. Quizá pensó que la idea sería aclamada unánimemente por toda la ciudad, que nadie daría importancia a las irregularidades del procedimiento y que todo serían aplausos y ovaciones. Pero no ha sido así, por muy diversas razones. El proyecto ha recibido muchas críticas, y el procedimiento muchísimas más, desde muy distintos sectores, y hay que saber aceptarlas, se compartan o no, porque no se está haciendo una piscina en su casa, está apadrinando un proyecto de transformación de la Plaza de la Merced. Un enclave que ya era muy importante para Málaga antes de Antonio Banderas, y que lo seguirá siendo mucho después de Antonio Banderas, con lo que mucha gente puede tener algo que decir y, sin duda, habrá que escucharlo, sobre todo si has decidido ser el parachoques del proyecto.

Pero, además, lo verdaderamente terrible para Málaga es que hubiera sucedido justo lo contrario. Que pudiera venir una estrella rutilante a proponer un proyecto en uno de nuestros lugares más emblemáticos y especiales, y que nadie le objetara absolutamente nada, por estar tierna y locamente deslumbrados por su encanto y su fama. Eso hubiera mostrado una ciudad cateta, infantil e inmadura, y seguro que no es así como Banderas quiere a Málaga, él, que tanto la ama.

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