Voces de papel

Magdalena Martín

Dos colores para un mismo cristal

RAMÓN de Campoamor y Campoosorio, ahí queda eso, fue un poeta romántico, hoy en el olvido, cuya obra contiene algunas de esas perlas de sabiduría popular a las que con frecuencia recurrimos sin pagar copyright. Una de las más conocidas es la que afirma "en el mundo traidor/nada hay verdad ni mentira:/todo es según el color/del cristal con que se mira" y que, entre otras utilidades, sirve para describir con precisión el momento por el que Málaga atraviesa.

En los días que Málaga se viste de Mr. Hyde, pareciera que ya somos la gran urbe que todos esperamos, y que hemos sido capaces de superar deficiencias históricas y dejar atrás complejos y políticas propias de aldea sin campanario. La ciudad se despoja de su condición de crisálida y, desplegando todas sus potencialidades, alberga citas como el II Encuentro Sociedad del Conocimiento y Ciudadanía, Encode para los iniciados, que ha tenido lugar los dos últimos días de noviembre. Por segundo año consecutivo, la Consejería de Innovación Ciencia y Cultura ha pasado de la palabra a los hechos, patrocinado un foro internacional que ratifica la capacidad de convocatoria que Málaga tiene, junto otras buenas nuevas, como la existencia de sedes aptas para este tipo de macrocongresos internacionales y unos recursos técnicos y humanos capaces de ofrecer una organización casi perfecta, a la que sólo puede ponerse un pero. La escasa repercusión para el ciudadano de a pie y el desperdicio que supone que la visita de personalidades de la talla de Kofi Annan no haya trascendido el propio encuentro, aprovechándose en otros ámbitos, como por ejemplo el universitario. En estos mismos días Málaga vive intensamente una cuenta atrás que cerrará la espera de un AVE que es mucho más que un tren y que simboliza el inicio de una nueva etapa para cuya comprensión no sirve la macrohistoria, las expectativas de crecimiento turístico, creación de empleo o nuevas oportunidades, sino la microhistoria, el relato del parado que ha encontrado trabajo en el taller de Los Prados, del ingeniero que ha participado en el soterramiento de las vías, del empresario que ya no tiene que pasar la mitad de su semana en Madrid o del simple viajero que evita la tortura, los retrasos y la tiranía del avión.

Pero hay otros días en los que las tornas cambian, las cañas se convierten en lanzas y reaparece el Dr. Jekyll. Entonces las administraciones dejan de colaborar para volver a la guerra de siempre y los partidos políticos debaten sin salirse del guión sobre el estado de esa vieja y conocida ciudad donde el tráfico, aunque los que van en coche oficial digan lo contrario, es insufrible, donde la limpieza sigue siendo una asignatura pendiente, también, de los ciudadanos, y donde los jóvenes y los menos jóvenes, por mucho sentido del humor y sensibilidad poética que tengan, esperan no vivir indefinidamente con el cielo por montera.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios