Dos son compañía, tres son multitud

El hecho de que alguien alcance mayor número de apoyos, le augura más probabilidad de éxito

Se produjo, por fin, el ansiado recuento de los avales para presentarse a la Secretaría del PSOE y, como era de esperar, llegó la sorpresa. Si bien en cualquier proceso democrático normal el hecho de que alguien alcance previamente un número de apoyos superior le augura una mayor probabilidad de éxito, en política la lectura es bien diferente. De ahí que los nervios estén hoy a flor de piel, porque lo ocurrido no sólo significa a priori que el que gane tendrá a la mayoría del partido en su contra, sino que esta vez puede que no haya piedad para los vencidos.

El largo periodo de vigencia de una gestora al frente de un partido político, que ha sido tan importante en España como el socialista, ha debilitado lógicamente al aparato interno. Evidentemente, el inicio de este periplo con una desconocida Verónica Pérez llegando desde Sevilla a la sede de Ferraz y exigiendo el poder absoluto del partido no fue un buen presagio de lo que posteriormente ha ido ocurriendo. Y por muchos esfuerzos que ha realizado su presidente, Javier Fernández, por poner orden y tratar de calmar los ánimos, su poder ha sido muy limitado y fuertemente contestado.

Muchos creen que la coexistencia de tres candidaturas siempre beneficia al que tiene una pequeña ventaja, pero en este caso las variables son diferentes. Cuando das un aval político a un candidato te retratas públicamente ante el resto de correligionarios, y en el caso particular de que ese candidato sea del aparato, como lo es Susana Díaz, puede surgir de la libertad o de las presiones para permanecer en el cargo. Pero los avales recibidos por el resto sólo vienen determinados por la libertad de los afiliados, lo que los hace mucho más firmes y demuestra la valentía de los mismos. Evidentemente esa es la principal dificultad con la que hoy se debaten los órganos internos del socialismo: el apoyo a Pedro Sánchez y a Pachi López ha superado todas sus expectativas y ha demostrado que no controlan lo más mínimo el propio partido.

A partir de ahora puede que veamos comportamientos poco recomendables, porque son muchos los que ven peligrar su futuro y su hacienda. Pero no cabe duda que quien logre la victoria, aunque ese día muestre, como es habitual, su mano tendida al resto, no le va a temblar el pulso renovando y quitando de en medio a todos los que avalaron a sus contrincantes. ¿Merece ser así de triste el final del socialismo?

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