postales desde el filo

José Asenjo

El 38º congreso

PUEDE dar la falsa impresión de que el próximo congreso socialista se reduzca a optar entre Chacón y Rubalcaba. Como si se le plantease a la militancia el viejo dilema infantil de si quieres más a papá o a mamá. Decidir quién ocupará la secretaría general es un asunto necesario, aunque insuficiente para resolver los graves problemas que amenazan el futuro del PSOE. Quizás lo primero que deberían tener claro los delegados es de qué va este XXXVIII congreso. Sólo dos de los celebrados en el último medio siglo produjeron cambios estratégicos e ideológicos que abrieron nuevos caminos y permitieron la expansión de la organización. El de Suresnnes a principio de los setenta y el 28º congreso celebrado a final de la misma década. En una situación parecida a la actual, aunque con un partido algo más vivo y con más poder institucional, se celebró en el año 2000 el congreso número 35 que, dadas las circunstancias, debió seguir la estela de los antes mencionados pero se quedó en una oportunidad frustrada. Entonces la nueva ejecutiva, de la que yo mismo formaba parte, no supo entender para qué fue elegida. Contra la tradición, la elección de Zapatero fue una apuesta de la militancia del partido por el cambio generacional para impulsar las transformaciones que necesitaba una organización envejecida y con serios problemas de identidad. Pero una vez elegido, el nuevo líder cambió el orden de prioridades. Para poder consolidar su liderazgo interno y perfilar su proyección social, pactó con los aparatos territoriales -convertidos en albaceas de todo el poder orgánico como consecuencia de la profunda crisis en la que se había sumido la dirección federal- que en su mayor parte representaban lo que el congreso había rechazado. Fue una especie de paz por territorios: yo respeto el statu quo del reparto de poder orgánico y vosotros respetáis mi liderazgo. Lo cierto es que aquel posibilismo de los nuevos dirigentes permitió que el partido ganase las dos siguientes elecciones. Como alguien dijo de los directivos de IBM, más poderosos que muchos gobiernos, cuando contra las previsiones de la gran multinacional el PC se impuso a sus grandes ordenadores: no sabían que no sabían. Aunque no a todos, algunos se marcharon y otros fueron purgados, eso fue lo que le pasó al reducido núcleo que ha dirigido el partido en los últimos 12 años en consenso con los curtidos aparatos territoriales.

Según la experiencia, el próximo congreso no debería buscar tanto al líder del futuro como al dirigente que sea capaz de acometer los profundos cambios que necesita el proyecto político socialista. No sólo en la estructura de una organización que amenaza ruina, sino en la necesaria redefinición del proyecto político: salvar el estado de bienestar cuando la arrogancia de los mercados amenaza intimidante el idealismo socialdemócrata y en cómo insertar el proyecto de los socialistas españoles en el que hoy es el verdadero espacio de decisión política: la UE.

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