EL consejero de Educación de la Generalitat, Ernest Maragall, ha dicho en público que los catalanes están "fatigados" de la experiencia del gobierno tripartito y que "todo indica que Cataluña no apoyará nuevos experimentos ni artefactos inestables". Ojú. Lo que le faltaba a Montilla es que el hermano de su predecesor confesara su fe en las encuestas negativas -aunque donde los catalanes declaran estar "hartos" él haya traducido que están "fatigados"- y que llamara al propio gobierno del que forma parte "artefacto inestable".

Maragall expresa el reconocimiento de un fracaso: por más nacionalista que se haya vuelto, el Partido de los Socialistas de Catalunya no ha logrado arrebatar la hegemonía al nacionalismo genuino (Convergencia i Uniò), que va a ser otra vez la fuerza mayoritaria en las elecciones del próximo otoño, de modo que, si quieren seguir gobernando, los socialistas tendrán que volver a pactar con Esquerra y con IU, o sea, reeditar el "experimento" o "artefacto inestable". Aun así, los republicanos de Puigcercós -antes, de Carod- le pondrían una condición inasumible para Montilla, a saber, fecha fija para un referéndum soberanista.

No es el único problema de alianzas para el presidente catalán. También se ha producido otro movimiento en los últimos días que le preocupa. Se trata de los intentos de Convergencia por recuperar en este tiempo de calamidad económica su centralidad en la política española. CiU ha sido clave en el pasado para asegurar la estabilidad de varios gobiernos, de Felipe a Aznar y de Aznar a Zapatero, y se ha cobrado estos apoyos en buenos dividendos para Cataluña. Ha sido inteligente para hacer coincidir su sentido de Estado con su interés de partido nacionalista catalán.

Ahora la ocasión la pintan calva para volver a ejercer un papel determinante, y si no a ejercerlo, al menos a aparentarlo, que también tiene su valor. Con un hombre tan ponderado y pragmático como Duran Lleida actuando de portavoz en el Congreso, CiU ha ofrecido expresamente al Gobierno un Pacto de Estado que marque la hoja de ruta que sacará a España de la crisis y, para tocar todas las teclas, también se ha entrevistado con Mariano Rajoy. El fruto de estos encuentros ha sido decepcionante: Duran deduce que ni Zapatero ni Rajoy están dispuestos a pactar entre ellos el ajuste inevitable, ni siquiera ahora que sindicatos y empresarios han avanzado en los acuerdos laborales y la solvencia y credibilidad de la economía española parece más asentada que hace sólo una semana. La prioridad de ambos es destruirse mutuamente.

Pero, bueno, CiU siempre podrá decir que lo ha intentado. Con pacto o sin pacto, Artur Mas va a poder vender con más éxito su centralidad en la política española que Montilla sus "artefactos".

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