EDITORIAL

El coste electoral del plan de ajuste

EL último sondeo electoral del CIS, hecho público esta misma semana, augura una hipotética victoria del Partido Popular en las elecciones generales si dichos comicios se celebrasen ahora. El estudio, que procede de un organismo oficial, certifica de forma clara el fuerte rechazo que entre la ciudadanía ha generado el duro plan de ajuste impulsado durante la última etapa de gobierno por el presidente Zapatero, cuyo índice de valoración, aunque superior todavía al de Rajoy, el líder de la oposición, ha descendido de forma considerable. La principal conclusión que puede extraerse del escenario político apuntado por el CIS es que el giro copernicano dado por el presidente del Gobierno a su programa político está erosionando, y mucho, el prestigio electoral de la marca PSOE. No sólo porque la distancia de apoyo popular entre los dos grandes partidos cada vez sea mayor en favor del PP -6,3 puntos, la mayor desde la llegada a La Moncloa del secretario general del PSOE-, sino porque, lejos de deberse a los méritos de la oposición, obedecería más a la singular senda política elegida por Zapatero para gestionar la crisis económica. El desgaste del Gobierno en su conjunto, y del presidente en concreto, no parece ser fruto únicamente de la impopularidad de decisiones como la reducción del salario de los funcionarios, el recorte de las pensiones o la ampliación de la edad de jubilación, sino consecuencia también del enorme error político que fue negar durante mucho tiempo una crisis que ha terminado por hacerse omnipresente en la agenda política. Prueba de ello es la pérdida del PSOE de hasta 3,1 puntos porcentuales en relación al sondeo del pasado mes de abril. El PP sube, pero de forma discreta: 1,7 puntos. La tercera fuerza política -IU- también baja, lo que implica que los votos críticos con la política del Gobierno no se han trasladado hacia posiciones de izquierda dentro del espectro político. El dato más preocupante, sin embargo, es la creciente desconfianza de la ciudadanía hacia la clase política: todos los líderes tienen una valoración muy baja e, incluso, son considerados un problema más: el tercero, por detrás del paro y las dificultades económicas. Un expresivo síntoma que debería hacer reflexionar a los dirigentes políticos.

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