Cartas al director

Los cursos de verano

Carta al director de Bernardo Díaz Nosty.

Leo la columna Luces y sombras sobre "Los cursos de verano", que firma Antonio Méndez, muy cercano en los afectos y en los despachos de la Universidad de Málaga. Me extraña, porque conozco el oficio del director de Málaga Hoy, que en su columna haya más sombras que luces. Así se lo he dicho y, aunque él habla, según me comenta, de sesenta cursos que no llego a identificar, le he rogado me permita referirme a los siete que se han celebrado en Málaga, organizados desde la Cátedra UNESCO, en la seguridad de que no han supuesto una excepción dentro de la oferta de la UMA. Es más, tenía la convicción, compartida por directores, ponentes y alumnos, de que han sido los mejores celebrados en muchos años.

La impresión que el lector puede sacar del comentario es que hemos asistido a una fiesta, con el reparto de un "aguinaldo prevacacional" a los participantes, elegidos por razones de amistad, de acuerdo con una lógica de intercambio de favores, donde todos cobran... Lejos de esa descripción, nuestros seminarios, que califiqué de low cost en la clausura, no sólo tuvieron más alumnos que en ediciones anteriores, cuando otras iniciativas han cerrado por falta de público, sino que, con un coste muy bajo, han movilizado a más de 350 personas, entre asistentes y conferenciantes de referencia.

Estoy convencido de que los cursos de verano descubren en Málaga fortalezas que convierten la ciudad en un escenario competitivo para este tipo de actividades. Claro que hay aspectos mejorables, pero no los encuentro en esa conjura de necios o de necedades que se describen como argumento crítico.

Tampoco coincido en el reproche que se hace de la presencia, entre las ponentes de un curso sobre la mujer en África, de una graduada y una doctoranda africanas. Parece desconocerse la realidad de las mujeres en un continente sumido en la pobreza y la desigualdad, por lo que no es justo equiparar el esfuerzo de empoderamiento de una subsahariana que hace una tesis doctoral con la situación desahogada de una europea o una norteamericana. Las historias de vida de esas mujeres ilustrarían, sin duda, excelentes relatos periodísticos.

Hace poco, Antonio Méndez, en su condición de profesor asociado y doctorando, me pedía ayuda para completar un cuestionario entre expertos académicos y profesionales sobre la credibilidad del periodismo. Él, como yo, entendemos que la prensa pasa por horas muy bajas. Las respuestas recibidas afirman que el periodismo deja de ser creíble y necesario cuando la realidad vivida no se compadece con la realidad contada, o cuando sirve a intereses ajenos a los de los lectores.

Bernardo Díaz Nosty

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