'¿Te da cuén?'

A Chiquito lo vi en directo hace unos años en una peña. Sobre ese pequeño escenario, se hacía aún más grande

A Chiquito lo vi en directo hace años en una peña. Sobre ese pequeño escenario, Chiquito se hacía aún más grande. Se encontraba en su casa, porque a la gente de la Calzá de la Trinidad le pasa como a los de Bilbao, que son de cualquier lado. Incluso del Palo. Se trataba de una campaña de promoción de una administración, en la que lo habían contratado para asegurarse un lleno del quince. Un éxito de público del que, tras hacer los honores de su presentación, disfrutaba el polivalente político de turno. Casi tanto como disfrutaban todos aquellos vecinos que le veía moverse por el escenario más que los precios y sin decir trigor por no llamarnos Rodrigo.

A todos nos gusta una foto con una estrella y Chiquito lucía con luz propia después de una vida sombría en tablaos y fiestas de segunda fila que no habían oscurecido su buen humor. De la misma manera que el tardío y sorpresivo éxito no le arrebató su sencillez y cercanía. Todos queríamos una foto y la peña anhelaba que firmara en su libro de honor, donde compartiría páginas con toreros y cantaores con los que seguramente algún día se cruzó en más de un sarao. Subimos, nos la hicimos y yo, que siempre he hecho gala de la educación que me dieron mis padres en un colegio de pago, pedí al ilustre político (menos solicitado para estas tareas) que, por la gloria de mi madre, permitiera que me fotografiase con él también.

Pasados unos días compré dos marcos de aluminio idénticos de oferta en IKEA y ambas fotografías adornan desde entonces la cabecera de mi despacho. Nunca se sabe qué clase de cobarder puede entrar por tu puerta con la intención de hacerte pupita en el fistro duodenal. Da lo mismo. Todos los que lo han hecho se han sorprendido de mi foto con Chiquito mientras que nadie ha dicho una sola palabra sobre aquel prohombre que sigue acumulando puestos de responsabilidad y relevancia pública.

Años después, comiendo con unos amigos en las playas de Pedregalejo, lo vi por última vez. La muerte de Pepita ya le había golpeado. Correspondió al cariño que quisimos brindarle con una familiaridad que hizo que nos preguntásemos cuando se fue si alguien le conocía de antes. Le conté la anécdota de las dos fotos en mi despacho. No le dio mayor importancia, nos regaló uno de sus chistes y se despidió con un "hasta luego, Lucas".

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