Editorial

Y después de Melilla... El Aaiún

RECIENTE aún el penúltimo -y enésimo- contencioso entre España y Marruecos a raíz de los incidentes ocurridos durante este mes en la frontera con Melilla, que los ministros de Interior de ambos países, Alfredo Pérez Rubalcaba y Taib Cherkaoui, se apresuraron a "superar" destacando la "alianza estratégica, creíble y responsable" que los une, otro suceso ha venido a empañar, o cuanto menos a poner en duda, esos supuestos lazos "profundos y fraternales" con los que ambos gobiernos intentan demostrar y publicitar el entendimiento mutuo. Ciudadanos españoles pertenecientes a la organización SaharAcciones denunciaron malos tratos de policías marroquíes cuando se manifestaban en El Aaiún en defensa de las reivindicaciones del pueblo saharaui: según su testimonio, la represión de los agentes fue brutal, algunos de ellos resultaron heridos y otros fueron retenidos por los agentes. Marruecos alegó que los activistas no contaban con ningún permiso para manifestarse en la capital administrativa del Sahara Occidental, pero ello no justifica, si así ha sido, que los policías se emplearan con una contundencia desmesurada que, según los afectados, rayó en la violencia. Pero a la espera de ulteriores investigaciones que arrojen luz sobre lo ocurrido en El Aaiún, y sin menoscabo de la responsabilidad que corresponda a los activistas españoles, que carecían de la autorización gubernativa para manifestarse, el rifirrafe viene a demostrar que ya son numerosos los casos que dejan al descubierto que las relaciones no son todo lo amistosas que predican los gobiernos de ambos países. Hay más penumbra que claridad alrededor de la actividad diplomática que despliegan las dos administraciones siempre que surge un problema. Madrid y Rabat siembran su repertorio de buenas palabras, e incluso apelan a la "amistad" y el "cariño" que se profesan los monarcas de uno y otro país para edulcorar los momentos más amargos entre ambos vecinos. Pero brotes de tensión como este ocurrido en El Aaiún, que se repiten periódicamente, enseñan que los ciudadanos de uno y otro lado transitan en dirección contraria a lo que demandan, y predican, los dos gobiernos.

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