Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El día después

Vamos tarde. Ahora parece claro que se pudo y debió haber negociado antes

Ricardo Darín, un chorizo callejero que acaba de timar a una empleada de gasolinera en Buenos Aires, se saca del bolsillo una chocolatina que se birló de paso. Mira el envoltorio, y se dice: "Hecho en Grecia. Este país se va a la mierda". Y se fue. También allá se fue Grecia años más tarde que Argentina. Esa frase, tan propia de italianos y argentinos, pronunciada con sardónico acento porteño siempre me ha parecido algo pintoresco: ¿cómo se iba a ir un país a la mierda? ¿Qué era eso? Impensable para España, un país renovado y repleto de esperanza tras una dictadura. Pero nada es para siempre. El país se va a la mierda. Concedámonos que sólo se va a revolcar en ella durante un tiempo difícil de prever. Que saldrá de ésta. A saber con qué nueva forma y fondo. Como antes, ya no va a ser.

La tremenda cuña que el proceso independentista ha metido entre Cataluña y (el resto de) España, y también entre los catalanes -los enardecidos y los silentes-, entre amigos y familiares, entre compañeros de trabajo, va a dejar huella. Nada importa a una probable mayoría de catalanes que el referéndum de anteayer fuera una pantomima, cosmética, trufado de dobles votos, de censos y cómputos de birlibirloque, de porcentajes que suman más del 100% o números de votos tres veces superior a los potenciales votantes de un pueblito de Gerona. Su historia es otra: es una mezcla de interés comercial, de mercado y sus consumidores que ya no son tan fundamentales, de crianza de niños -ya mayorcitos- para la causa, de reivindicación histórica y de legítimas cuestiones identitarias. Como dicen tantas canciones de amor, ya nada volverá a ser como antes. Aunque en esta ruptura, que ya está casi cocida, de amor, poco ya.

¿Hay solución? Hay tres cursos de acción o, si nos ponemos técnicos, de escenarios: la ruptura, la negociación política con la mira puesta en un referéndum serio y la negociación económica. En esto, vamos tarde. Ahora parece claro que se pudo y debió haber negociado antes. Salvo para quienes sueñan con la cabra de la Legión por Las Ramblas, que te llamaban cagado o antipatriota cuando proponías esto: negociar. Un pacto fiscal, en plata. Cuando uno lee ayer lunes, el día después, que De Guindos abre la puerta a otorgar un régimen como el del cupo vasco para Cataluña, te quedas desolado. No sólo por lo tardío de la apertura de esa puerta, sino porque, si así fuera -que uno cree que la calentura catalana no tiene marcha atrás-, Andalucía tendría que replantearse muy mucho su propia viabilidad, su propio futuro. El juego es de suma cero. Lo que ellos ganaren, nosotros los perderíamos.

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