En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Aquellos días de Julio del 97

Lunes 10 de julio de 2017. El telediario de las tres de la tarde abre en portada con el recuerdo al 20 aniversario de la cruel ejecución de Miguel Ángel Blanco a manos de la banda terrorista ETA. Mi hija, que a sus casi 17 años raramente está pendiente del televisor en los momentos en los que empieza lo que los de generaciones anteriores llamaban El Parte y que al menor descuido cambia de canal en busca de la telenovela de turno, esta vez fija los ojos como platos en la pantalla. Le llaman la atención la sucesión de manifestaciones que aparecen en televisión mientras la voz en off del periodista relata pinceladas de aquel suceso que todo quien lo vivió jamás podrá olvidar. La pregunta no se hace esperar: ¿papá, quién era Miguel Ángel Blanco?

La curiosidad de mi hija me hace retroceder en el tiempo hasta aquel jueves 10 de julio de 1997, y recordar cómo me enteré del secuestro del joven concejal de Ermua y del ultimátum de los asesinos también gracias a un telediario, cómo viví esas horas de angustia con la esperanza de que los asesinos recapacitasen, cómo con impotencia y rabia presencié esas imágenes -en un avance informativo de la tarde del sábado 12 de julio- en las que le trasladaban en camilla ya herido de muerte al hospital, y cómo al día siguiente por la noche mientras salía de una discoteca de verano en Hinojosa del Duque por la megafonía el disc-jockey anunciaba un enmudecedor "Miguel Ángel Blanco ha muerto".

Y le respondía a mi hija que Miguel Ángel Blanco fue mucho más que un joven concejal -qué más da si del PP, del PSOE o hasta del PNV- al que le arrebataron la vida con tan sólo 29 años. Miguel Ángel Blanco fue el principio del fin de ETA, una mafiosa banda de asesinos de la que gracias al Cielo mi hija tan sólo ha oído hablar. Le insistí en que ella afortunadamente, al contrario que los de generaciones anteriores, no ha tenido que contemplar en esos telediarios un día sí y al otro también ese rosario de atentados al que nos tenían acostumbrados aquellos que también segaron la vida de ese exministro socialista al que yo admiraba y que se llamaba Ernest Lluch. Y le conté que esa retahíla de asesinatos nos tenían tan anestesiados que parece que tuvo que ocurrir aquella injusticia con el joven de Ermua para que despertáramos y uniéramos nuestros corazones gritando con todas nuestras fuerzas "basta ya". Ninguna víctima es más que otra. Todas nos duelen, pero hoy toca recordar a Miguel Ángel Blanco.

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