Mil y una historias, por basti

Basti

No diga Coín, diga Juanmi

LA Romareda. Qué estadio y qué recuerdos. Antes del partido hablaba con José Manuel Velasco (Onda Cero) y se lo decía: allí marqué yo y conseguí el ascenso a Primera División con el Albacete. Resulta que las casualidades son tan caprichosas que además estaban alojados en el mismo hotel. La habitación 414 fue la mía aquel día. No lo voy a olvidar nunca, la que armamos aquella noche. Siguiendo con aquel día, mi gol esa mañana sirvió para que el Alba firmara un empate con el Zaragoza, con paradón de penalti de Carlos Roa incluido. Después de terminar el partido, ambos ascendidos, acabamos con champán en el vestuario de los maños como buenos hermanos. Cosas que tiene el mundo del fútbol.

En cuanto al de ayer, un partido loco. Tengo la impresión de que el Zaragoza se creyó que el partido empezaba a las 17:10. Yéndonos a nuestro Málaga, tal fue el poderío de los primeros 30 minutos que a los entrenadores con título, y que les guste jugar al contraataque, les pondría el vídeo de la primera parte. Es complicado que un equipo juegue más rápido.

Me gustó Quincy, con permiso de Juanmi, el que más. Debe mejorar un poco, sobre todo en ciertas acciones demasiado egoístas, pero se mueve con una velocidad de Premier League. Me atrevo incluso a decir que tiene condiciones de estar un equipo puntero, como pretende ser el nuestro.

Para ello, yo siempre tuve una política: gente buena de Málaga, resto de españoles y varios extranjeros punteros. Y lo de ayer de Juanmi fue una alegría inmensa para los que nos apasiona el fútbol base. Me encanta ver a gente de la cantera y con ese hambre. A partir de ahora, imponemos el siguiente lema: no diga Coín, diga Juanmi. Es para estar orgullosos.

Un dato que me comentaron es lo curioso que en una goleada no meta el delantero centro, en este caso de ayer, Edinho. Sin embargo, yo creo que ha estado fantástico. En su labor de fijar cerca de él a los centrales y permitir que entraran con libertad Quincy, Juanmi y Fernando. De cara al entrenador seguro que su labor es muy valorada.

Me quedo con una reflexión final: el Zaragoza nunca le perdió la cara al partido. De hecho, parte de las facilidades arriba del Málaga fue por ansiedad y el corazón, mala mezcla, que le pusieron los maños al intento de igualar el choque. Tenían al publico en contra, el portero Leo Franco no tuvo su día y encima tuvieron un dudo mazazo inicial. Supieron tener compromiso por estar jugando en casa. Y, en la segunda parte, mucho más relajados los jugadores, encontraron el premio de meter tres goles y dejar una imagen mejor.

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