La dimisión

Ángel Herbella, responsable de la cárcel de Alhaurín, ha dimitido. Dicen que cansado de la falta de sintonía con Madrid

Pues lo mío es por vocación. Yo creo que hay un gran desconocimiento de lo que es el trabajo en prisiones, muchas veces mediatizado por el cine. Es un trabajo en el que tienes que implicarte en la vida de las personas, no estás trabajando con máquinas ni con papeles, sino con problemas personales, familias destrozadas, con mucha miseria, y creo que esto tiene que ser absolutamente vocacional, desde el director al funcionario", aseguraba Ángel Herbella en una entrevista publicada por este periódico en marzo de 2010. Defensor de que la gran mayoría de los reclusos "sí que necesitan una segunda oportunidad", Herbella dirigía entonces el Centro de Inserción Social (CIS), en régimen abierto, y confesaba que tocaba todas las puertas de ayuntamientos y Diputación en esa lucha por buscar una salida para la reintegración de los penados.

Ahora he sido testigo de conversaciones entre algunos de los alcaldes, a los que él llamaba con frecuencia, que aún no se explican como este mediático director de prisiones, jurista de profesión, finalmente ha arrojado la toalla y ha dimitido como responsable de la prisión provincial de Alhaurín. Algo que lamentan.

Quizá el ejemplo sea el propio Alhaurín de la Torre, donde se ubica el recinto. La construcción de la cárcel no fue precisamente la mejor noticia para el pueblo, pero Herbella logró cambiar las tornas. "Lloramos su marcha", me ha llegado a decir muy gráficamente un responsable municipal. A esa prisión llegó por primera vez en 2004. Dos años después recalaba en Madrid, con la medalla al Mérito Penitenciario en su haber. Una corta carrera política en Instituciones Penitenciarias, por motivos familiares, y regreso a Málaga para gestionar el CIS y desde 2011 vuelta a Alhaurín.

Hace unos días celebraba en Diputación el 25 aniversario del penal malagueño. Y luego, la dimisión. Dicen los que le conocen que seguramente hastiado por las presiones del actual secretario de su departamento en Madrid, Ángel Yuste. Auditoria incluida. Otros apuntan a que su protagonismo, siempre con nuevas ideas e inquietudes por su trabajo, levantaba demasiados recelos. Era receptivo incluso a las llamadas para intentar evitar algunos traslados de internos, que obligaban a las familias a desplazarse para poder visitar al recluso. Seguirá de jurista en la prisión. Tiene historias para escribir un libro, desde el caso Malaya a los 350 nigerianos que, de golpe, le ingresaron por un tipo en unas loterías. Siempre intentó que la sociedad no diera la espalda a la cárcel.

"Lo peor es la frustración de volver a ver presa a una persona en la que confiabas", titulábamos aquella entrevista en 2010.

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