cuchillo sin filo

Francisco Correal

Un divino pequeño diablo

HUBO un tiempo, no muy lejano, en que el tener le ganó la partida al ser. Tener, tener, tener. El que tuvo no retuvo. Hubo un tiempo, más alejado en la memoria, en que por imperativo categórico el ser prevalecía sobre el tener. La felicidad es la limitación, cita a Goethe Josep Pla en Un viaje en autobús, sorprendido de que los mozos de cada pueblo se vayan a bailar al pueblo más próximo. Al ser le cuesta muy poco adaptarse al tener, lo contrario que a la inversa, perdón por el retruécano. Al tener le cuesta la misma vida adaptarse al ser, porque tiene que justificarse, inventarse un ideario de la acumulación, sacar de la chistera un Ser zubiriano para maquillar la Nada.

Leo Messi encarna el perfecto equilibrio entre el ser y el tener. Lo tiene todo, un semidiós del Olimpo -sólo Cruyff, Platini y Van Basten habían logrado antes tres Balones de Oro, ninguno tan joven-, pero eso no cambió un ápice su manera de ser. Lo digo como madridista desde que tengo uso -y abuso, el fútbol tiene un inevitable componente irracional- de razón, porque representa todo lo contrario de lo que se espera de un ídolo, mal que le pese a sus idólatras. En el campo es vértigo y electricidad, ciudad pura; fuera de los estadios, es mansedumbre, puro campo en el sentido pastoril de la palabra. Ayer me encontré en el mercadillo del Jueves con dos hombres de pueblo que estudian los usos de la ciudad: Pedro G. Romero, de Aracena, y Antonio Molina Flores, tan de pueblo que es de Orce, donde sacan en romería a San Sebastián, tan de ciudad que en las municipales iba en las listas de Izquierda Unida de Córdoba. Se me pasó preguntarles por Messi. En un puesto vendían un coleccionable de culto titulado Cómo juega Cruyff.

Al mítico gol del cojo que añora el pintor marroquí y sevillista Ahmed ben Yessef -"a Kanouté hay que sacarlo aunque esté cojo"-, Messi añadió el gol de la gripe. Estaba en casa convaleciente de un ataque gripal, no iba ni convocado y por la noche, con el frío de las noches de enero en Barcelona, le hizo dos goles al Osasuna. "Grippe era entonces una palabra nueva, que muy pocos empleaban", escribe Tolstoi en Guerra y paz. Messi es un genio en el campo, un tipo corriente de paisano. Su obra, en la que pone su vida, resulta más excitante que su vida. Cuando Unamuno acaba su ensayo sobre don Quijote, no le interesa para nada Cervantes, de quien dice que "era un pobre diablo, muy inferior a su obra". Estamos rodeados de artistas muy superiores a su obra. No es el caso de Messi, Quijote que convierte a los gigantes de las defensas contrarias en molinos de viento. Un genio que practica el fútbol modesto, título de un poema social de Leopoldo de Luis, en el recinto sagrado de César, Kubala y Basora.

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