La tribuna

Antonio M. Claret García

La economía social

CON frecuencia se piensa que sólo existe un tipo de empresa o, al menos, que sólo hay un tipo de empresa de éxito: la clásica empresa privada, obviando otros modelos empresariales no ligados tan directamente al rendimiento económico. Tenemos múltiples ejemplos de empresas, de distintos sectores, bien gobernadas y con enormes logros, que no responden únicamente al beneficio económico, sino que tienen otros objetivos más amplios. Entre ellas se puede citar, en España, desde La Caixa de Barcelona a la cooperativa Mondragón o la ONCE y, a nivel internacional, el Grameen Bank, fundado por Muhammad Yunus en Bangladesh, que es imitado en todo el mundo por su sistema de microcréditos.

Desde luego, hay quienes, con evidente prejuicio ideológico, consideran la pluralidad de sistemas de propiedad como un lastre insufrible para la economía. Para ellos la propiedad pública, social o cooperativa son errores que hay que eliminar, o al menos, acotar. Creen que sólo el sistema de empresa privada, con el único objetivo de maximizar los rendimientos económicos, garantiza la eficaz asignación de recursos y el correcto funcionamiento del mercado. De su propia actividad ya se derivarían, en su caso, otras utilidades para la sociedad. Esta concepción radical de la propiedad privada, que reclama más mercado, menos Estado y ninguna regulación, o como máximo autorregulación, es la que ha prevalecido desde, al menos, los años 90 hasta hoy y está el origen de la crisis financiera.

Contra esa idea, de empresa con un solo objetivo, se abre paso la posibilidad de empresas con objetivos múltiples, en las que además del beneficio económico se quieren obtener otros beneficios sociales (desarrollo territorial, lucha contra la exclusión, integración social, etcétera). Dentro de este grupo se encuentran las empresas de economía social.

El tercer sector, o sector de la economía social, es uno de los grandes desconocidos de nuestra sociedad. Llamado así para diferenciarlo del sector público y de la empresa meramente capitalista, está formado por un extenso conjunto empresarial y, aunque se suele identificar con las cooperativas, por ser el modelo más antiguo, también incluye a fundaciones, sociedades laborales, mutualidades, asociaciones y un amplio grupo de pequeñas realidades laborales que tienen en común la confianza en las personas por encima del capital, en la solidaridad antes que en el individualismo, en la participación, la inclusión laboral y el compromiso con el empleo antes que el mero lucro individual. Por ello, a veces, se le llama sector no lucrativo. Sin embargo, como empresas, su primera obligación es ser viables y para ello han de ser rentables.

La importancia de la economía social puede comprenderse con algunas cifras: según el Informe de la Economía Social en España 2009-2010, las empresas del tercer sector han cerrado 2009 con casi 2.350.000 trabajadores y una facturación de 92.157 millones de euros, casi el 10% del PIB. En 2009, a pesar de la crisis, han creado 25.698 empleos y 2.300 empresas. Y Andalucía, ha sido una de las regiones más activas en la organización de empresas de economía social, tanto es así que en la actualidad representa casi el 22% del sector. También fue la primera comunidad autónoma que creó una dirección general de economía social o que llegó a amplios acuerdos de concertación social entre el gobierno regional y el sector. Nombres como los de Encarna Poto, Ricardo Pardal, Fernando Toscano, Antonio Romero, Ángeles de la Plata, Jorge Lozano y muchísimos otros han contribuido en nuestra tierra a que este tipo especial de empresa sea un soporte económico para muchas personas y territorios de Andalucía.

Las empresas de economía social han sufrido la crisis económica, como todas, pero han demostrado una gran resistencia a sus efectos negativos y una enorme flexibilidad para adaptarse a los cambios; probablemente debido a su peculiar sistema, que combina criterios de rentabilidad y eficacia empresarial con solidaridad y responsabilidad social. La economía social no será la panacea a todos nuestros males económicos, que tienen orígenes y soluciones más complejos, pero sí es un enfoque distinto, útil para resolver problemas, para generar impulsos y para construir el futuro en estos tiempos de crisis.

La economía social es otro tipo de empresa que contiene, a la vez, unos puntos de realismo y utopía, que permiten reconciliar la economía de mercado con la más noble de las virtudes humanas, la solidaridad.

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