La tribuna

José Sánchez Luque/ Foro Andaluz Diamantino García

Una encíclica valiente

CON mucha alegría hemos recibido la  esperada carta encíclica del papa Francisco "Laudato si" y que lleva por substituto: "Sobre el cuidado de la casa común". Es el primer documento de la Iglesia dedicado expresamente a la ecología. "La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería" (nº 21).  Dicen los expertos que, aunque en la elaboración de la encíclica han intervenido más de 200 científicos y varias universidades, la frase anterior es del mismo Francisco. Así suele hablar de claro. Como don Miguel de Cervantes, en El  Quijote, despreciado por los culturistas como Lope de Vega y otros contemporáneos, por usar el lenguaje del pueblo y no tecnicismos  preciosistas. 

En la introducción nos dice Francisco que nada de este mundo puede sernos indiferente y  nos anima a estar unidos ante una misma preocupación. Con este escrito el papa  pretende llegar a las raíces de esta situación y las causas más profundas del  preocupante deterioro ecológico. Nos invita a descubrir el sentido humano de la ecología y la necesidad de establecer debates sinceros y honestos ante  este gravísimo problema. Nos manifiesta que estos temas "no se cierran ni abandonan sino que tienen que ser constantemente replanteados y enriquecidos". (nº 16).

"La humanidad está llamada -escribe Francisco- a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilo de vida, de producción y de consumo, para combatir el calentamiento global, o al menos, las causas humanas que lo producen". (nº 23). Está claro que esta carta dolerá y molestará a los grades poderes económicos y políticos. En ella se nos ofrece un juicio, profético y exigente, de los problemas de la madre Tierra (la que nos sustenta y rige, como diría Francisco de Asís, tantas veces nombrado por el papa a lo largo del escrito), condenada de forma tajante por todo tipo de especulación  que destruye la hermandad. La carta  tiene la capacidad de volver a emocionarnos tras su  exhortación anterior: "La alegría del Evangelio", que tanto bien está haciendo a la  Iglesia, aunque los obispos del  antiguo régimen no acaban de tomarla en serio.

Sorprende y emociona no por su leguaje erudito sino por su cercanía profética y cordial a los problemas de la casa común  que son los de  toda la familia humana. Los seis capítulos de la carta nos dan una certera idea de su contenido global. Son los siguientes: 1) Lo que está pasando a nuestra casa. 2) El Evangelio de la creación. 3) Raíz humanan de la ecología. 4) Una ecología integral. 5) Algunas líneas de orientación y de acción. 6) Educación y espiritualidad ecológica.

Además, acepta y valora el desarrollo de la modernidad con su progreso… pero descubre en este progreso el germen de su propia destrucción. Si no humanizamos el progreso y no lo ponemos al servicio de los seres vivos  (desde los vegetales, los animales y las personas) vamos hacia una muerte lenta pero real e imparable.

Acepta el progreso de la economía productiva  (empresa y mercado), pero tiene que estar, señala,  al servicio de las personas. Condena  de forma tajante un tipo de especulación financiera y de ganancia a todo precio que destruye la raza humana. No hay en esta encíclica  ningún tipo de ideología, ni liberal ni antiliberal, sino un serio realismo vigente y esperanzado al servicio de la vida de todos, empezando por la de los más pobres, que son las principales víctimas del cambio climático.

Este documento nos alegra a todos, creyentes o ateos,  que valoramos por encima de todo al ser humano y buscamos la verdad y la justicia a través del amor a los más débiles. Es un escrito que nos anima a todos en la línea de una política y de una economía distinta de la actual.

Sin duda el escrito que comentamos tendrá que doler a los grandes estados  (Estados Unidos, China, Rusia, etc.) que están al servicio de una economía profundamente inhumana. Tendría que doler incluso a la política capitalista de estados como el de España, que, en los últimos años han buscado el bien de su dinero y no la vida de los ciudadanos. Una política vinculada al bien de la banca cuya retórica va en contra del mensaje de esta encíclica. Animo a mis amables lectores a que  lean este  valiente documento con atención. Que lo disfruten. Es profundamente esperanzado y  alentador.

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