S I Angel León ha conseguido que las langostas tengan la piel tierna yo voy a conseguir que los erizos tengan las púas rizadas, con tirabuzones", decía Juan Arminio mientras servía una copita de Gloria con una rodaja de butifarra en estado mantecoso, el mejor estado de la butifarra, cuando aún se le licua un poquito la pringue.

No había logrado el respaldo de la Universidad de Cádiz para su proyecto del erizo con tirabuzones, pero ahí estaba Yenifer Peluqueros con su departamento de "iin más te den" que tenían montado en el cuartito donde hacían las depilaciones.

Yenifer no era de los peluqueros jister. El decía que volver a lo de barbería era como si en los comedores de las casas volvieran los papeles pintados de medallones: "Medallones buenos los de solomillo que vende Pedro en la plaza" decía Yenifer moviendo los brazos como Estrellita Castro a punto de cantar "La bienpagá".

El peluquero que no quería ser jister, que llevaba la cara lavá y suave como un jabón de Heno de Pravia decía que "yo de chico ya tuve una premonición. Mi madre traía media docena de erizos del Merodio y yo, en vez de darle dos chupones a cada uno, les teñía las púas de colorao y les preguntaba si querían "lavar y marcar", yo llevaba la peluquería en la sangre". "Tú lo que te jartaba era de sangre en tomate", gritó su hermano Israel, que le tiene tirria.

"La peluquería en Cádiz ha perdido mucho desde que se fue doña Teólifa" decía Yenifer melancólico mientras ponía en marcha el secador con más audiencia que el Sálvame Deluxe de Telecinco.

Más de cinco meses llevaba haciendo ya pruebas con los erizos hasta dar con la fórmula perfecta que lograra ablandar las púas de los bichos, para luego poder peinarlos y hacerles unos tirabuzones…Esto se vendería como "los chándales de Primark" decía el, que le gustaba correr con uno "ajustaito" color kaki por las mañanas.

Juan Arminio, segunda generación de Casa Arminio, el primer bar de Cádiz que sirvió el arroz negro, pero sin necesidad de ponerle la tinta de los chocos…bastaba con la "solera" que tenía la sartén, quería ser el primero en Cádiz en servir los erizos con las púas con tirabuzones y tenía todas sus esperanzas en que Yenifer encontrara la fórmula maravillosa, el ungüento que ablandara las púas de los erizos.

Un día, a la hora del aperitivo y con una de atún encebollao como testigo encima del mostrador, Yenifer le presentó a Arminio su primer "prototipo". Le había quitado con una sierra las púas a los erizos, los había dejado calvos y después les había pegado por lo alto cuarto y octavo de hélices de colores de pastas Gallo ya cocidas. Eah…ye le puedes decir a los de Michelín que vengan…y deja que haga la versión con babetas…un escándalo…y sin gluten.

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