palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Los escombros de la fiesta

EN democracia el perdón general y por decreto suele estar aconsejado menos por la misericordia que por la incapacidad de salir de un laberinto a donde la torpeza ha confinado las prácticas de gobierno. A ver ¿por qué la Junta de Andalucía ha tenido que legalizar más de 200.000 viviendas ilegales diseminadas por toda la región? ¿Por un encomiable espíritu bienhechor digno de gobernantes benevolentes o por la incapacidad de imponer la disciplina, como era su deber, entre los propietarios y promotores que secundaron la fiebre del ladrillo? La amnistía urbanística decretada por la Junta es sin duda el reconocimiento del fracaso para contener y penalizar la desobediencia masiva a las normas básica del crecimiento. Decenas de miles de viviendas recuperarán la legalidad gracias a un decreto que representa la frustración de la Junta para combatir el urbanismo salvaje que ha devastado parte del suelo.

La impericia ha acabado por crear un limbo jurídico donde se han refugiado gran parte de las construcciones anómalas erigidas en la última década. Los ayuntamientos, en clara connivencia con los promotores, contribuyeron también de forma escandalosa a este singular fracaso en la tutela de la ley. En muchos casos los delitos se dejaron prescribir, unas veces por no disponer de los medios necesarios para ejercer la autoridad (¿cuántas viviendas ilegales han sido derribadas?) y en otros se miró directamente para otro lado. Ahora el decreto enterrará para siempre las aberraciones alojadas en el citado limbo y las otras (las que siguen en el infierno) serán considerados inmuebles "asimilados fuera de ordenación". De un solo golpe miles y miles de propietarios de inmuebles o de urbanizaciones irregulares obtendrán el indulto.

La mole vergonzante del hotel del Algarrobico, en las costas de Almería, sintetiza perfectamente la impotencia, pero también la incuria, de la administración frente a la fiesta del ladrillo. Ni los juzgados ni la Junta ni nadie han sido capaces de derribar el terrible mamotreto edificado con conformidad municipal y benevolencia de la Consejería de Medio Ambiente en el parque natural del Cabo de Gata. El Algarrobico es el símbolo de todos los disparates, desaciertos y complicidades que caracterizaron la fiesta del ladrillo en Andalucía, en particular en el litoral. El decreto regularización urbanística de la Junta equivale a pasar la escoba sobre las toneladas de escombros que dejó la mascarada del ladrillo.

¿Sólo eso? Ayer en el Congreso el PP sacó adelante las nuevas medidas de deducción fiscal para la compra de viviendas. La burbuja empieza a coger aire.

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