MÁS de medio millón de andaluces siguieron el domingo por la noche el debate entre los candidatos de los dos partidos mayoritarios a la Junta de Andalucía que fue emitido por Canal Sur. Al tratarse de los únicos candidatos con posibilidades reales de alcanzar la Presidencia andaluza, el debate ganó en vivacidad e intensidad con respecto al que se celebró una semana antes entre los cuatro candidatos con representación parlamentaria. Ello hace más necesario, por el bien de los ciudadanos, que las fuerzas políticas se comprometan con el hábito democrático de los debates televisados al menos en período preelectoral, en vez de hacerlo depender en cada ocasión de la conveniencia de alguno de los contendientes. El cara a cara entre Manuel Chaves y Javier Arenas no deparó sorpresas. El candidato del Partido Popular esgrimió una dialéctica más incisiva que el del Partido Socialista, al que puso en apuros en relación con la polémica sobre las infraestructuras, la educación y el papel de Andalucía en España. Por su parte, Manuel Chaves se mostró más seguro en las materias relacionadas con la situación económica y las políticas sociales. Uno apostó por el cambio y el otro por una gestión reiteradamente avalada por los andaluces. Aunque hubo momentos de tensión y alusiones personales, el debate transcurrió de manera civilizada y sin crispación. No se puede afirmar con rotundidad que alguno de los dos candidatos se alzase con una victoria absoluta, aunque esto es lo que hicieron sus respectivos partidos encargando de urgencia encuestas favorables a cada causa. Tampoco es previsible que sean muchos los electores andaluces cuyo voto vaya a ser influido decisivamente por el debate del domingo. Las espadas, pues, continúan en alto en Andalucía, con una expectativa favorable para Chaves y un avance notable de Arenas. El debate no decide, pero ayuda, y así debería ser en cualquier ocasión electoral que haya en el futuro.

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