La esperanza francesa

De Macron depende que la Unión Europea sobreviva, aunque la guadaña sigue ahí, cada vez más afilada

S I Francia fuese España, con nuestra ridícula ley electoral, estaría ahora mismo ante un lío morrocotudo. Pero como no lo es lo que tiene ante sí es una clarificadora segunda vuelta electoral, en la que se verán las caras el liberal moderado, o socioliberal, Emmanuel Macron y la ultranacionalista Marie Le Pen. Un duelo a muerte pues entre un europeísta avanzado, de los pocos que en esta Europa oxidada apuestan por los avances en la unidad política, y de una clara representante del populismo antieuopeísta de derechas, que funde la nostalgia por un ayer idealizado con fuertes componentes xenófobos y autoritarios. Macron, en principio, parte como favorito después de que tanto los declinantes consevadores como los murientes socialdemocratas hayan decididio apoyarlo de manera firme, aunque queda por ver dónde irán los votos de los candidatos residuales y en especial los del neocomunista Jean-Luc Mélenchon, que, desde el mismo el recuento, se mantiene en una estúpida equidistancia que revela tantísimas cosas. Algunos, visto lo ocurrido, hablan del arranque definitivo del actual siglo, en referencia al ocaso más o menos generalizado de los partidos clásicos. Sin embargo, visto con cautela, no parece que aquí se hayan dado ideas nuevas. O sea, que más que un cambio de fondo, de esos que marcan la historia, lo que existe es un cambio de formatos, de marcas, porque lo que representa Macron y lo que representa Le Pen existía de antes con ligeras variaciones en la partitura, al igual que ocurre con el apolillado ideario del caído Mélenchon. Con Macron se abre de todas formas una oportunidad, quizá la última antes de la hecatombe, para que el liberalismo europeo, incluso en países tan poco ilustrados omo el nuestro, donde se confunde neoliberalismo con cualquier otro liberarlismo, tenda la oportunidad de regenerar el proyecto europeo y reconducirlo por caminos más vigorosos y humanos. De Macron, que tiene la edad adecuada y procede del país adecuado, depende que la UE sobreviva a su enfemerdad con nuevos bríos, aunque la guadaña nacionalista y comunista sigue ahí. Cada vez más afilada y más cerca del gaznate que anhela cercenar.

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