DESDE hace unos meses, todo el mundo habla de Mourinho y de Guardiola como si fueran los símbolos antagónicos no sólo de dos maneras de jugar al fútbol, sino de dos formas de entender la vida e incluso de entender la política. Por lo que parece, Guardiola representa la humildad, las buenas maneras y la fidelidad a la estética y a un ideal civilizado de vida. Y por el contrario, Mourinho representa la brusquedad, la altanería y la provocación. Dicho de otro modo, Guardiola sería la izquierda culta y respetuosa, mientras que Mourinho sería un exponente de esa derecha marrullera que ha provocado la crisis porque es capaz de hacer cualquier cosa con tal de ganar dinero.

A primera vista puede parecer que es cierto, y desde luego los que amamos el fútbol siempre estaremos de parte de Guardiola en vez de Mourinho. Pero no sé si las cosas son así de simples. Si se repasa bien la vida de estos dos entrenadores -o al menos los aspectos de su vida que hemos podido conocer-, José Mourinho parece un personaje mucho más interesante que Pep Guardiola (hablo en términos humanos, que quede claro). Y es que con Mourinho se podría escribir una novela llena de ángulos imprevistos. Y en cambio, con Guardiola sólo se podría escribir uno de esos reportajes llenos de fotos que salen en los suplementos dominicales y que en el fondo no son más que un catálogo encubierto de modas.

La vida de Guardiola es más o menos conocida. Pero ¿qué sabemos de la vida de Mourinho? Por lo que he visto, muy poco. Pues bien, Mourinho nació en Setúbal, que es una modesta ciudad portuguesa. Su padre era portero de un pequeño equipo de fútbol y luego se hizo entrenador de equipos modestos de fútbol. De joven, Mourinho nunca jugó al fútbol en un equipo profesional, así que nunca pudo ganar una liga portuguesa, ni mucho menos ganó una Copa de Europa en Wembley con el dream team de Cruyff. Y como entrenador, Mourinho empezó haciendo trabajos subordinados, siempre a las órdenes de otro. Es cierto que llegó a ganar dos copas de Europa como entrenador del Oporto y del Inter, pero antes había sido un oscuro secundario durante una gran parte de su vida. Guardiola, en cambio, fue un jugador notable desde el mismo día de su debut, y al margen de los años de declive que pasó jugando en Italia, siempre ha estado en primera línea, lo mismo como futbolista que como entrenador.

Es cierto que Mourinho no lee poesía, como Guardiola, ni tiene amigos intelectuales, ni cultiva las buenas formas, pero es que una gran parte de su vida ha sido la de un personaje secundario de Raymond Carver. Mourinho ha tenido que aprender escuchando y mirando desde lejos. Y yo, la verdad, siento una rara simpatía por las personas así, por ásperas y malhumoradas que sean. Y vaya si lo son.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios