Postales desde el filo

Las estrategias fatales

Nadie, excepto el independentismo zombi, creyó que estuviesen proclamando nada

Tras el 1-O hay un antes y un después. No por el mal llamado referéndum, ni por que sus resultados, tras un recuento a ojo buen cubero, sirvieran de "fuente de legitimidad" para la proclamación de la República catalana. Aunque rebajada ahora al plano de lo simbólico por Forcadell. En realidad nadie, excepto el independentismo zombi, creyó realmente que estuviesen proclamando nada. Menos que nadie Puigdemont que, en lugar de ponerse manos a la obra, se puso en fuga. No, la importancia del 1-O no se debe a sus irresponsables imposturas. Su verdadero significado radica en las dichosas fotos de cargas policiales: esas imágenes de antidisturbios abriéndose paso como mejor sabían -cayendo en la trampa tendida por el independentismo- en un inútil intento de restablecer la legalidad. Esas instantáneas, reales o manipuladas, cuya multiplicación viral nos retrotraen al franquismo a ojos de los bien intencionados del mundo. Parece un capitulo del Ministerio del Tiempo, pero no lo es. El franquismo ha vuelto. No por que lo digan los independentistas -en realidad ellos son los verdaderos franquistas- sino que lo cree una buena parte de la opinión pública mundial "informada" por periodistas de los más acreditados medios internacionales, políticos de fuste (y capitel), responsables de países socios de la UE, etc. No importa que España sea un Estado de Derecho perfectamente homologable a las democracias más sólidas. Ni que millones de europeos nos visiten todos los años o que muchos de ellos vivan entre nosotros. Creen al héroe ridículo Puigdemont y su políglota retórica falsa y quejumbrosa.

Ya Baudrillard nos advirtió que "la acelerada circulación de informaciones y el choque constante de las infinitas interpretaciones (también las manipulaciones conscientes) tienden a igualarlas en forma de "simulacros", desvaneciéndose la distinción entre verídico y falso".

En la llamada "huelga de país" del pasado miércoles quisieron repetir la jugada buscando provocar, con niños en primera fila, la intervención policial. Pero, escarmentados, las fuerzas del orden y el gobierno decidieron inhibirse. Como si el poder intimidante de las redes sociales hubiese despojado al Estado democrático del legitimo monopolio de la fuerza. El resultado fue el caos. Deben ser las "estrategias fatales" de las que habló el filósofo francés; al que no se le puede negar su condición de genial analista de la condición contemporánea.

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