Editorial

El eterno problema de las playas

UN año más, el levante ha dejado maltrecho buena parte del litoral malagueño de punta a punta. El problema es cíclico en tiempo y consecuencias. Climatológicamente, los meses de enero y febrero son proclives a estos vientos que provocan unos fuertes oleajes, que han terminado por devorar la arena de las playas. Las imágenes de estos días son más que concluyentes: el mar ha engullido incluso hasta las palmeras de algunos paseos marítimos. El objetivo urgente ahora no es otro que disputar una carrera contra el reloj para mitigar los daños en un tiempo récord, de tal forma que la costa recupere su aspecto original antes de la primera gran cita turística de la temporada: la Semana Santa. En este sentido, hay que aplaudir la actuación de la Dirección General de Costas. Todavía no hay una evaluación certera de los efectos de esta borrasca que ha azotado la provincia las últimas dos semanas. Pero ayer ya se vieron las primeras máquinas distribuyendo las nuevas aportaciones de arena con las se intentará devolver la imagen a La Malagueta y la Caleta en la capital, para luego seguir el recorrido por Torrox, Benalmádena y Marbella, los puntos de la provincia que han quedado en peor estado. La intención es regenerar la zona con 200.000 metros cúbicos de arena en menos de tres semanas, en una actuación que costará 12 millones de euros. El debate es el mismo desde hace tiempo y en esta ocasión se ha repetido con idéntico resultado. El presidente de la Asociación de Empresarios de Playa ha demandado una solución a estos reiterados problemas. La respuesta del director de Costas ha sido similar a la que se repite estos últimos cuatro años: la medida "definitiva" es el aporte anual de arena después de cada temporal. La construcción de diques es una alternativa factible en casos puntuales. Aunque ni siquiera conocemos qué puntos son susceptibles de proteger con esos espigones. Cuesta creer que sólo podamos esperar de la Administración que cada temporada invernal se esmere en completar el efecto acción-reacción. El mar se traga la playa y el Gobierno la repone.

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