Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

No es facha defender tu país

Uno aspira a que se pueda ser de español de izquierdas sin culpar de la rebelión catalana tanto al PP como a quien de hecho da el puñetazo. Se puede ser de izquierdas y opinar del puigdemontazo sin meter la cuña del latrocinio de Gürtel y demás. Es cosa de proponérselo, yo creo que no da sarpullido ni se te pone cara de facha con bigotito perfilado. Ser de izquierdas es abogar por la igualdad social y por la redistribución fiscal; ser de derechas es creer más en la iniciativa privada y en la diferencia saludable. Eso sostenía Norberto Bobbio, cuando se creía que la caída del Muro eliminaría la dialéctica ideológica en Europa. Sucede en estos días que una parte de la izquierda española se vuelve a mostrar más cosmética que fundamentada. Y no tiene empacho en contaminar el análisis de esta gravísima fractura provocada por tres causas: primera, la venganza del pujolismo y su afán de parar la carga judicial contra sus robos; segunda, la pérdida de CiU de la palanca parlamentaria con la que se mercadeaban en Madrid privilegios para Barcelona (o Vitoria); tercera, el desinterés económico por parte de la región más rica hacia otros españoles que, ya con mercados comunitarios y mundiales, no son necesarios. Vistamos estos tres factores sustanciales con otros formales y falsos -me oprimen, me reprimen, me roban; son crueles y peores-, y voilà el desastroso estado de las cosas.

La izquierda española previsible, que a tantos nos deja fuera de juego, ha tardado en darse cuenta de que, aparte que el nacionalismo de ricos es muy poco de izquierdas, no es decente y sí borreguil meter en el mismo saco a quienes chocan con su tren contra otro que estaba parado y a quienes, representado al Estado, hacen lo que deben hacer aun a sabiendas de que ante estos hechos cualquier curso de acción bascula entre lo malo y lo peor. La corrupción del PP es un asunto distinto a una declaración de independencia basada en ilegalidades y mentiras. Y reconforta oír a Pedro Sánchez decir las palabras "patria" y "unidad nacional" sin que eso le cueste votos o le reste progresismo. ¡Y sin mentar a Rajoy! Mientras, la izquierda nueva, la de la constelación Podemos se embosca y se enrisca, poniendo su suculento activo electoral en serio riesgo. Reconforta, en este caso, oír a Carolina Bescansa, la de las maternas ubres en el hemiciclo, decir algo tan sensato como esto: "A mí me gustaría un Podemos que hablase más de España y a los españoles, y no solamente a los independentistas". (Aunque fuera enrabietada porque Pablo se la fulminó para aupar a Irene.)

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