El puchero

Teresa Santos

De la fascinación al escándalo

UN magistrado de reconocido prestigio en Málaga suele decir en petit-comité que cuando la política entra por la puerta, la justicia sale por la ventana. Un mensaje fácilmente aplicable a otros ámbitos. El Consejo de Críticos y Comisarios de Arte piensa algo parecido sobre la injerencia política en la gestión de museos, y lo ha puesto de manifiesto. Lo lamentable es que esta dura crítica la haga este sector a raíz de lo ocurrido en el Museo Carmen Thyssen de Málaga, que en solo 18 días ha conseguido pasar de la fascinación al escándalo.

Por mucho que desde el propio museo o desde el Ayuntamiento se esté restando importancia a la dimisión de un hombre del prestigio de Tomás Llorens, o de la directora, María López, las asociaciones del sector quieren hacer valer en Málaga el documento de buenas prácticas firmado con el Ministerio de Cultura para evitar que los nombramientos de directores de museos respondan a personalismos o criterios políticos en lugar de tener en cuenta las capacitaciones profesionales más adecuadas.

La precipitada apertura del Museo Carmen Thyssen de Málaga se explicó como una oportunidad para arrancar en primavera en lugar de tener que esperar a la temporada de otoño. Explicaciones que en clave política sonaron a estrategia electoral.

Una estrategia mal medida, porque la pinacoteca se abría con una crisis que estaba germinando desde que se hizo efectivo el nombramiento de Javier Ferrer como gerente.

Lo cierto es que de cara al exterior la imagen que se está dando es que en el museo deciden la baronesa y el alcalde, y de forma discrecional optan por quien más les gusta para llevar la gerencia. Una imagen que no se corresponde con lo que se espera de un museo público, aunque en su interior albergue una colección privada.

No han caído en saco roto las palabras de Tomás Llorens, uno de los expertos de arte más prestigiosos en España. Piensa Llorens que el museo ha dejado de tener la credibilidad histórica artística que debía esperarse.

El mundo del arte se ha posicionado a favor del historiador y conservador Tomás Llorens, que piensa que con el nombramiento de Ferrer las cuestiones histórico-artísticas han quedado relegadas a un nivel secundario.

Parece que lo que está en cuestión no es si un museo debe o no tener un gerente, sino que éste sea una persona con experiencia en gestión de instituciones artísticas.

Personalmente no reconozco al Francisco de la Torre que no ha sabido medir el alcance de una decisión que desde fuera se observa como precipitada y poco justificada.

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