RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

A favor de la familia

Qpasó al final con la familia? ¿Se ha desmembrado? ¿Ha muerto la familia? Hace sólo unos meses, en una crispación bruñida y sorda que casi nos dejó sordos al resto, se proclamó con nervio y altavoces que en España la familia iba camino de la extinción terrible, y todo como consecuencia de la nueva equiparación de derechos, no sólo fáctica, sino también nominal, entre las distintas poblaciones en la legalidad amatoria. Con la aceptación del matrimonio homosexual la condición global de una ciudadanía practicable, especialmente civil, alcanzaría su plena perfección, por más que algunas voces se elevaran a arengar a las gentes por la defensa de la familia histórica.

En todas esas manifestaciones, nadie le echó valor al asunto, algo que, en el fondo, es muy de la derecha española, que no es, por desgracia, la derecha europea. La derecha europea, superadora al fin de los fascismos desde la voz bronca y rocosa de Winston Churchill, no tiene miedo a calificarse de derecha porque ella echó, en parte, a los fascismos del poder. La única derecha española que se opuso a la dictadura fue la derecha monárquica, que esperaba el milagro en Estoril mientras aquí sólo algunos dandis jovencísimos, donjuanistas por estética con el primer Gil de Biedma, proclamaban su desprecio hacia el tirano. Es por esto que la derecha española huye como el rayo de decir que es de derechas, como tampoco ha proclamado, en las manifestaciones contra el matrimonio gay, que está en contra del matrimonio gay ni de la equiparación de derechos civiles entre todos, sino "a favor de la familia", como si estar "a favor de la familia" significara, ineludiblemente, condenar el matrimonio gay.

Algunos lingüistas dijeron que "matrimonio", etimológicamente, corresponde sólo a la unión de hombres y mujeres con un único fin: la procreación. Esta línea discursiva, interesante desde la semántica, se perdió en el follón del griterío, porque tampoco a los creadores de la gran traca filial, la desmembración o muerte de la familia, interesó jamás hilar ninguna línea discursiva con el fin necesario del encuentro, sino el mero jaleo estratégico. ¿Ha pasado algo, al fin, con la familia? Sí, lo de siempre. Riñas y divorcios, algún hijo y un poco de amor, de vez en cuando. En cuanto a las adopciones, si cada homosexual tuvo padre y madre, y no por eso dejó de ser homosexual, ¿por qué un niño heterosexual, criado por dos hombres, deberá dejar de serlo? Independientemente de la etimología, sabemos que el derecho, como el lenguaje, fue creado para hacernos la vida más feliz, más igualitaria y más justa a los hombres, así que poco importa la perfección semántica del término. Y más ahora, cuando los únicos que quieren casarse son los gays.

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